Columna

Ciencia

Soria va a liderar unos proyectos de investigación sobre enfermedades como la diabetes y el parkinson en el Cabimer de la Isla de la Cartuja. Hemos leído en la prensa la importancia de la investigación científica para el progreso del país, pero no se ha hablado de la importancia que, para esa investigación científica, tienen las letras, el estudio de las palabras, cuyo valor y significado ha sido siempre tan necesario para la claridad del pensamiento científico. Los intelectuales están tan interesados por la ciencia como los científicos por las letras, y es que ambas ramas del saber se necesit...

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Soria va a liderar unos proyectos de investigación sobre enfermedades como la diabetes y el parkinson en el Cabimer de la Isla de la Cartuja. Hemos leído en la prensa la importancia de la investigación científica para el progreso del país, pero no se ha hablado de la importancia que, para esa investigación científica, tienen las letras, el estudio de las palabras, cuyo valor y significado ha sido siempre tan necesario para la claridad del pensamiento científico. Los intelectuales están tan interesados por la ciencia como los científicos por las letras, y es que ambas ramas del saber se necesitan para conocer el mundo y han de expresarse con mucha precisión. Soria lo hace.

A lo largo de la historia grandes filósofos han invitado a experimentar, y Bacon, por ejemplo, habló de posibles máquinas para navegar sin remeros, de vehículos sin tiro animal y de máquinas volantes, cuando aun faltaban tres siglos para que aquella utopía se hiciera cierta. Otras veces no se trata de utopías sino de una recuperación, a través del estudio y de las letras, de culturas que se perdieron en el ocaso de civilizaciones, como cuando los árabes tradujeron a Aristóteles. Los mismos árabes que nos dieron un gran estímulo con sus filósofos, sus alquimistas y con el papel, cuya fabricación aprendieron de los esclavos chinos; estímulo que se perdió en gran parte bajo la dominación cristiana, y no resurge hasta finales del XIII. Es ya en el XIV cuando se extiende la industria editorial en Alemania vigorizando la vida intelectual y científica del mundo. Los libros impresos, la Tierra redonda al alcance de todos, el descubrimiento de nuevos lugares, animales, plantas y costumbres, del mar y del cielo, invadió el espíritu de Europa al mismo tiempo que de nuevo se recuperaba la memoria de los clásicos griegos y de aquella época bañada en un halo de libertad.

La filosofía no sólo enseña a pensar, sino, sobre todo, enseña a expresar en palabras lo que se piensa, así como el arte, con sus propios lenguajes, enseña a expresar los sentimientos. Las ciencias y las letras han de ir unidas porque ambas forman parte del mismo mundo que desean conocer y mejorar, y ambas necesitan la misma precisión en sus palabras o en su forma de expresión. Bienvenido sea Soria.

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