La Bienal de Teatro de Venecia apuesta por lo interdisciplinar

Bailarines que no bailan, teatro sin actores y sin palabras, escenarios virtuales basados en la música, vídeos que sugieren al hombre teatral: así han sido las dos jornadas finales, del sábado y el domingo, del 37º Festival Internaiconal de Teatro de la Bienal de Venecia, bajo el sugerente título Pompeya, el romance de las cenizas, y dirigido por Romeo Castellucci, que ha sido un dinámico batallar seguido ávidamente por un público variado y militante, que a veces ha abandonado las salas antes de tiempo.

La selección de Castellucci ha sido, sobre todo, libre y contestaria, y la re...

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Bailarines que no bailan, teatro sin actores y sin palabras, escenarios virtuales basados en la música, vídeos que sugieren al hombre teatral: así han sido las dos jornadas finales, del sábado y el domingo, del 37º Festival Internaiconal de Teatro de la Bienal de Venecia, bajo el sugerente título Pompeya, el romance de las cenizas, y dirigido por Romeo Castellucci, que ha sido un dinámico batallar seguido ávidamente por un público variado y militante, que a veces ha abandonado las salas antes de tiempo.

La selección de Castellucci ha sido, sobre todo, libre y contestaria, y la respuesta, vital y de confrontación. Lo que ya se vio en la tarde del sábado en el Piccolo Arsenale, el británico Chris Watson con su Teatro incorpóreo, un paciente trabajo esteticista, anclado en el minimalismo expresivo; después, los eslovenos de la compañía Vía Negativa hicieron en el espacio Tesse delle Vergini su pieza more: siete artistas en 12 escenas con la comida como catarsis; mientras, muy cerca, el suizo Roman Signer, que se manifiesta dentro de lo escultural-coreográfico, mostró una obra que se apoya en la cámara oscura. Por la noche, el videoartista norteamericano Cameron Jones y el músico japonés Keiji Hajno mostraron Jo, una obra de 45 minutos de duración, que es un mazazo a cualquier forma de patriotismo.

El argumento es la celebración anual en Orleans en torno a Juana de Arco, de donde el vídeo salta a las manifestaciones ultraderechistas de Le Pen en París rodeado de ultraderechistas, saltando de nuevo a Estados Unidos y al reino de los perritos calientes. Da miedo. La banda sonora de Keiji, siempre misterioso al tocarla en directo, es de una fuerza grandiosa y de un lirismo que conmueve.

Ayer se cerró este festival con la primicia mundial de la performer holandesa Liza May Post y su espectáculo unipersonal, donde las disciplinas vuelven a fundirse, un referente que este año está más presente que nunca en los tres eventos: danza, teatro y música (el miércoles 28), actos que casi solapan sutilmente sus contenidos y se retroalimentan en la sustancia de lo contemporáneo.

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