Reportaje:MODA

En la frontera del arte y el diseño

La diseñadora de moda Purificación García y la artista checa Swetlana Heger se han unido en un proyecto que intenta retratar las que, según ellas, son las inquietudes de la mujer contemporánea. Es la primera colaboración con una firma española de esta polémica creadora.

Swetlana Heger es una nómada. Durante la última década, esta artista checa ha llevado sus fotografías, una provocativa fusión entre arte y economía, por ciudades como Tokio, Los Ángeles o Estocolmo. El año pasado, durante un viaje a España, Swetlana conoció a otra mujer errante. "Creía que Purificación García era sólo un nombre de marca", comenta Heger, "hasta que descubrí a la mujer libre, viajera y con un punto de bohemia que hay detrás". Ambas iniciaron entonces una colaboración que ha dado fruto a la obra My home is my castle. Urban nomads, dos fotografías misteriosas y sugerentes q...

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Swetlana Heger es una nómada. Durante la última década, esta artista checa ha llevado sus fotografías, una provocativa fusión entre arte y economía, por ciudades como Tokio, Los Ángeles o Estocolmo. El año pasado, durante un viaje a España, Swetlana conoció a otra mujer errante. "Creía que Purificación García era sólo un nombre de marca", comenta Heger, "hasta que descubrí a la mujer libre, viajera y con un punto de bohemia que hay detrás". Ambas iniciaron entonces una colaboración que ha dado fruto a la obra My home is my castle. Urban nomads, dos fotografías misteriosas y sugerentes que entretejen conceptos como la añoranza del hogar, la femineidad y la identidad.

Para Heger, la colaboración con Purificación García es una nueva etapa de la serie Playtime, que inició hace cuatro años y en la que ha contado con el patrocinio de grandes marcas de moda, como Adidas, Hermes o Helmut Lang. Para la firma española, se trata de un paso más en su compromiso de apoyo al mundo de la fotografía que comenzó en 2003 con el lanzamiento de un concurso para artistas españoles y portugueses.

En este último trabajo de Heger, las fotografías ganan en intimidad y recrean un mundo onírico donde reina una inquietante soledad. La primera de ellas recurre a una composición equilibrada de inspiración clasicista para representar un alto en el camino. La artista se convierte en una moderna musa que abandona su mirada al infinito pensando quizá en el momento de continuar un camino incierto. En la segunda se representa el instante previo a emprender la huida y dejar atrás lo conocido. Un símil de la mujer de hoy en el que han coincidido las subjetividades de Heger y García, dos profesionales que conocen bien la espiral de ruido y frenesí de la vida actual. Los accesorios de ambas fotografías fueron diseñados por Purificación García expresamente para la composición por su carácter simbólico. Representan el mobiliario esencial que acompaña a cualquier pueblo nómada y con el que construyen su identidad: las fundas de la guitarra remiten a su música; los cojines, a sus camas; la tienda, a sus hogares. "En el mundo moderno, poder disfrutar de nuestra intimidad se ha convertido en un verdadero lujo. Somos seres en busca de arraigo", apunta la creadora checa.

Polémica combinación. La obra de Heger consigue también en avivar un debate eterno en la historia del arte: la relación entre creación y economía. Frente a las posturas que abominan de la relación entre artistas y empresas, Heger ostenta con orgullo su participación en el engranaje de relaciones comerciales. Al igual que el pop art documentó el comienzo de la sociedad de masas, el trabajo de Heger ilustra también un nuevo fenómeno: la colaboración cada vez más intensa entre el mundo de la moda y el artístico. Las firmas se muestran fascinadas por el poder visionario e innovador de los artistas, mientras éstos aprovechan la visibilidad que le ofrece la omnipresencia de los logos para difundir sus valores.

"Mucha gente odia mi trabajo. Ha habido casos de artistas que ni siquiera se dignan a mirarme", narra la creadora. Ésta es quizá la gran paradoja de esta mujer menuda de expresión dulce que tiene el honor de despertar las iras de algunos círculos artísticos, donde mezclar en una conversación dinero y arte sigue siendo tabú. "No me importa. Busco la provocación y la libertad de crear", dice Heger. Ni dogmas ni reglas, sólo el deseo de provocar debate, y regresar luego a su casa-refugio de Berlín para repensarlo todo, recobrar la calma y encaminar sus pasos de nuevo, como el personaje de su fotografía, al mundo desconocido más allá del margen izquierdo del escenario.

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