Stéphane Lissner abre en La Scala la era pos-Muti al ser nombrado superintendente

El director francés compaginará la administración general con la programación artística

La Fundación Teatro de la Scala de Milán ha nombrado al francés Stéphane Lissner superintendente. El Consejo de Administración anunció que se había tomado el acuerdo por unanimidad. Lissner es desde 1998 director del Festival de Aix-en-Provence, y entre 1996 y 1997 dirigió el Teatro Real de Madrid. En La Scala será a la vez administrador general y director artístico del teatro, algo que no sucedía desde hace décadas. El nombramiento pretende sellar la crisis abierta con la dimisión de Riccardo Muti a principios de mes, precedida por la del superintendente Mauro Meli. A esta tormenta se ha unid...

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La Fundación Teatro de la Scala de Milán ha nombrado al francés Stéphane Lissner superintendente. El Consejo de Administración anunció que se había tomado el acuerdo por unanimidad. Lissner es desde 1998 director del Festival de Aix-en-Provence, y entre 1996 y 1997 dirigió el Teatro Real de Madrid. En La Scala será a la vez administrador general y director artístico del teatro, algo que no sucedía desde hace décadas. El nombramiento pretende sellar la crisis abierta con la dimisión de Riccardo Muti a principios de mes, precedida por la del superintendente Mauro Meli. A esta tormenta se ha unido el ballet de la casa milanesa, que en una carta firmada por toda la plantilla pide la dimisión de su director artístico, el francés Frédéric Olivieri.

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Todavía ayer la prensa italiana era prudente con el nombramiento de Lissner, que no se contaba entre los favoritos al cargo por ser un director que primordialmente ha apostado, allí donde ha ejercido, por el repertorio centroeuropeo y por la ópera contemporánea.

La verdad es que la anunciada unanimidad del consejo de administración de la Fundación Teatro de la Scala en el nombramiento pretende tapar las desesperadas gestiones por encontrar a la persona adecuada en un momento de tanta tensión. Hubo otros candidatos antes que Lissner: Alexander Pereira, por ejemplo, actual director general de la Ópera de Zúrich y para muchos el candidato ideal por su amor y conocimiento del género y especialmente de la ópera italiana. Pereira no llegó a un acuerdo con La Scala por el monto de sus honorarios. Otros nombres consultados por La Scala y que no quisieron hacerse cargo de la patata ardiente milanesa fueron Hugues Gall (que dirigió durante más de una década la Ópera de París con mano de hierro y luego estuvo al frente de la casa ginebrina, a la que rescató del ostracismo), y los directores de orquesta James Levine y Riccardo Chailly, ambos considerados grandes y respetadas batutas operísticas.

La primera reacción de los sindicatos de La Scala al nombramiento de Lissner ha supuesto un balón de oxígeno para la administración del teatro: "Estamos dispuestos a revocar las convocatorias de huelga", han declarado los representantes sindicales, lo que al menos significa una tregua en la racha de conflictos anunciados que amenazan varios estrenos de la temporada.

Lissner ha sido parco en declaraciones: "Después de la dimisión de Muti, la prioridad para La Scala debe ser la música", aseguró al diario La Repubblica, en sus únicas palabras a un medio escrito. La primera temporada que heredará Lissner en Milán no es demasiado complicada: el 250º aniversario del nacimiento de Mozart le pone las cosas en bandeja al francés para lucirse ante el desconcertado y fiel público milanés. Lissner pasó ayer todo el día en La Scala y visitó el que será su despacho de superintendente, que ahora todavía ocupa, hasta el 2 de mayo, Mauro Meli.

El día 3, Lissner empezará a trabajar en Milán, y la noche antes Muti habrá dirigido un concierto en La Scala con la Filarmónica de Viena. Será, pues, una semana intensa. Lucilla Castelani, portavoz del teatro, subrayó: "Hoy [por ayer] Lissner ha estado aquí. Estamos deseosos de recomenzar a trabajar, pero nuestro superintendente hasta el día 2 de mayo es Meli", y remite prudentemente al despacho de Lissner en París, donde nadie ayer contestaba los teléfonos.

La vida reciente de La Scala está llena de historias. Algunas hacen reír, otras llorar. Recientemente, los músicos llegaron a dar un concierto de protesta sin director titular (llevó la batuta la primera viola del conjunto) en el Conservatorio de Milán, y fue un éxito clamoroso: todos contra Muti; esa misma orquesta se negó a cruzar una sola palabra con Meli (un guitarrista desconocido, oriundo de Cagliari, Cerdeña) al que dejaban solo en la sala de ensayo cuando pretendía dirigirse a los profesores. Entre otras leyendas de pasillo que ahora cobran fuerza, se dice que Muti hizo retirar de La Scala sendos retratos de Toscanini y Abbado de una galería por la que debía pasar. No deja de ser una anécdota, pero el despotismo de Muti ha afectado incluso a los grandes patrocinadores que también han abandonado el barco a última hora, entre ellos Pirelli y Mediaset (la empresa de empresas de Silvio Berlusconi).

Es tal la tormenta administrativa y artística con sus repercusiones mediáticas, que las firmas colaboradoras prefieren esperar a que se calmen las aguas o que, al menos, los escándalos se puedan ocultar decorosamente bajo las nuevas alfombras del teatro milanés, recientemente restaurado para unos, destruido definitivamente para otros, tras una profunda, discutida y polémica intervención del arquitecto suizo Mario Botta.

En Italia, la mayoría de los medios han ocultado piadosamente desde la pomposa reapertura del teatro el pasado mes de diciembre el creciente descontento del personal con la reforma. A todo ello hay que sumar los problemas de la compañía de danza. Ésta se encuentra de gira por México. Antes de partir, la representación sindical de los bailarines presentó una carta pidiendo la dimisión de Frédéric Olivieri, director artístico del conjunto fichado por Carlo Fontana, el predecesor de Meli, cuyos enfrentamientos con Muti han desembocado en la delicada situación actual.

Stéphane Lissner, ayer en Milán.ASSOCIATED PRESS
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