Reportaje:REPORTAJE

Cobayas humanas contra el sida

He perdido a demasiados amigos, a muchos compañeros de armas; he empleado un montón de tiempo en visitarles cuando estaban enfermos en los hospitales, y he pagado una buena cantidad de dinero en organizar sus funerales por culpa del sida. Por eso me alisté en un ensayo para encontrar la vacuna". El lenguaje de Paul Wetaka, ugandés de 36 años, es deliberadamente marcial. Su vida está dedicada al combate. Profesionalmente es soldado, miembro de la Guardia Presidencial de su país. Pero donde más energías gasta es en la lucha contra el sida. "Para apuntarme a recibir la prueba de la vacuna no nece...

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He perdido a demasiados amigos, a muchos compañeros de armas; he empleado un montón de tiempo en visitarles cuando estaban enfermos en los hospitales, y he pagado una buena cantidad de dinero en organizar sus funerales por culpa del sida. Por eso me alisté en un ensayo para encontrar la vacuna". El lenguaje de Paul Wetaka, ugandés de 36 años, es deliberadamente marcial. Su vida está dedicada al combate. Profesionalmente es soldado, miembro de la Guardia Presidencial de su país. Pero donde más energías gasta es en la lucha contra el sida. "Para apuntarme a recibir la prueba de la vacuna no necesité mucho valor. Nos lo propusieron en el cuartel, y sólo tuve que decir que sí".

La elección de Uganda para la primera prueba estaba justificada. El país se considera la zona cero del sida; el lugar desde el cual el virus de la inmunodeficiencia humana, que causa la enfermedad, el VIH, se extendió, y donde primero mostró su capacidad de desolación. Hoy día, Uganda ha conseguido frenar el avance de la epidemia, pero el continente africano, y sobre todo los países subsaharianos, es su principal víctima.

"No basta con tener un fármaco; hay que contar con las comunidades para asegurar que los voluntarios acuden y que todos entienden qué se está haciendo"
Los candidatos reciben un mes de formación sobre la prueba y sus derechos. Al final hacen un examen. Tienen que aprobarlo para empezar el ensayo
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Según la Agencia de la ONU para el Sida (Onusida), en el continente vive el 70% de los 42 millones de personas infectadas en el mundo. Unos tres millones de menores africanos son portadores del virus, y más de 1.500 mueren cada día por su culpa. Cada año se producen más de 3,5 millones de nuevas transmisiones del VIH en África. En los países del Sur, uno de cada cuatro adultos está infectado por el virus. "Todos estamos infectados o afectados", resumió

Charity Ngilu, ministra de Sanidad de Kenia, durante la inauguración de la conferencia.

Aquel pinchazo fue hace siete años, y Wetaka fue uno de los 35 voluntarios que probaron si la vacuna era segura (lo que se conoce como fase I de los ensayos clínicos). Ninguna de las cobayas humanas sufrió reacciones adversas, y el ensayo siguió adelante. Este año se ha sabido que aquel intento, que usaba un virus de las aves (el canarypox) como vector para introducir genes del VIH en los humanos y provocar su respuesta inmunológica, no protegía contra la transmisión del virus del sida. Pero Wetaka se inoculó lo que él llama virus del activismo, y viaja por todo el mundo explicando su experiencia (la conversación con él se mantuvo la semana pasada en Nairobi durante la XIII Conferencia Internacional sobre el Sida y otras Enfermedades de Transmisión Sexual en África).

El fracaso de aquel ensayo no desanima a Wetaka. "Gracias a él hemos aprendido mucho", afirma. La primera lección, que es posible hacer ensayos clínicos en África, que se puede conseguir que los voluntarios acudan, y que mantienen su compromiso. También que hay que establecer claramente los derechos de los voluntarios y el compromiso de los organizadores de los ensayos. Y que en África existe un factor, la comunidad, sin cuyo apoyo es imposible trabajar.

"La comunidad es un elemento clave", indica el doctor Job Bwayo, de la Iniciativa Keniana para una Vacuna contra el Sida (KAVI, por sus siglas en inglés). "No basta con tener un fármaco; hay que contar con los líderes de las comunidades para asegurar que los voluntarios acuden y que todo el grupo (familiares, amigos, compañeros de estudio o de trabajo) entiende qué se está haciendo", aclara.

Para lograrlo, el equipo de la KAVI, que cuenta con una pequeña clínica en la Universidad de Nairobi, dedica dos personas a tiempo completo. Son las consejeras, una especie de trabajadores sociales que recorren los barrios y los pueblos explicando lo que hacen, y lo importante que es contar con voluntarios para las pruebas de ahora. Y para las del futuro.

Requisitos sencillos

De momento, Bwayo y su equipo trabajan en un ensayo en fase I. Los requisitos para participar son sencillos. Basta con no estar infectado por el VIH, no tener prácticas de riesgo y no estar embarazada. También hay que someterse a controles durante unos 18 meses.

"Los candidatos reciben una formación de más de un mes", indica una de las consejeras, Sabina Wakasiaka. "Hay que explicarles bien que en esta fase no estamos probando si la vacuna protege, sino sólo si es inocua. También se les informa acerca de sus derechos", añade. "Al final se les hace un examen con 20 preguntas. Si no aciertan más de 13, tienen que repetir el proceso de formación", señala Wakasiaka.

Entre los derechos de los voluntarios está el recibir atención médica si enferman, incluidos los retrovirales contra el VIH en caso de que hicieran falta. "Eso se consigue gracias a la ayuda de organizaciones como IAVI (Iniciativa Internacional para una Vacuna contra el Sida

), que aseguran el apoyo económico que necesitamos", afirma Bwayo. "Pero no se lo decimos a los voluntarios al principio para evitar que la promesa de una atención médica gratuita actúe como un reclamo de reclutamiento", matiza Wakasiaka con una sonrisa.

"Cuando a mí me reclutaron no se hacía nada de esto", afirma Wetaka. "Tuve que explicarle a mis compañeros, a mi mujer y a mi familia lo que hacía. Además, como nos veían entrar en la misma clínica en la que se trataba a los enfermos, al principio la gente se preguntaba si yo también tenía sida", señala.

"Nada de eso ocurre ya. Cuando le dije a mi novia y a mi familia que estaba en un ensayo fueron escépticos al principio. Pero luego lo han aceptado sin problemas", indica John, un estudiante de medicina de 24 años que participa en el ensayo de KAVI.

Pero las palabras de John no ocultan que en África, como en el resto del mundo, sida es una palabra maldita. El miedo al estigma que va asociado con la enfermedad impide que John se deje fotografiar o que dé su verdadero nombre. No sirve insistirle en que es para un periódico español y que será muy improbable que nadie le reconozca en Kenia.

Realizar las pruebas en África ofrece sus ventajas. En primer lugar se garantiza que si el ensayo tiene éxito, la vacuna sirva para el tipo de virus predominante en el continente, que es donde más falta hace (hay varias cepas diferentes repartidas por distintas zonas geográficas). Además, después de los ensayos de fase I hay que empezar a probar con grupos mayores, e incluir en las pruebas a personas que realicen prácticas de riesgo, como relaciones sexuales sin protección. Y aquí, de nuevo, las comunidades serán un elemento decisivo.

El trabajo permite poner las bases para asegurar la distribución de una vacuna cuando se logre. "No podemos permitir que tarde 20 años en llegar a África, como ha pasado con otras vacunas", afirma Seth Berkley, presidente de IAVI. Pero queda mucho por hacer. Según el recuento de IAVI, apenas seis vacunas se están ensayando en África (cuatro de ellas, con el patrocinio de la organización). Todas ellas están en fase I, así que faltan años para que se comercialicen. "Ésta es nuestra oportunidad para ayudar", remacha John.

Paul Wetaka, voluntario ugandés de un ensayo de una vacuna contra el sida, en la Conferencia de Nairobi.E. DE B.

El desinterés de los países ricos

"LA ÚNICA SOLUCIÓN contra una epidemia como la del sida es encontrar una vacuna. El acceso a los medicamentos es un paso, pero no resuelve el problema a largo plazo". Ésta es la premisa de Seth Berkley, presidente de la Iniciativa Internacional por una Vacuna contra el Sida (IAVI en inglés). "Pero encontrar la vacuna es un asunto político. Hace falta que los países ricos se involucren. Y parece que no les interesa. Mi papel es estimular y hacer que la gente se comprometa. Es necesario que crean que es posible", afirma Berkley.

Este activista, que nació en Nueva York hace 46 años, lleva desde 1994 trabajando por impulsar el remedio definitivo contra la enfermedad. Conoce el problema de primera mano. Antes de fundar IAVI fue jefe del Servicio de Epidemiología de Uganda, uno de los países más afectados por el VIH.

Fruto de sus campañas, la organización cuenta con la ayuda de organizaciones como las fundaciones Rockefeller y la Bill y Melinda Gates, y también con la asesoría o el apoyo económico de organismos oficiales de Brasil, Canadá, Holanda, el Reino Unido y Estados Unidos, entre otros. Durante los últimos años, la organización ha mantenido contactos con parlamentarios españoles (el último, hace unas semanas con el consejero de Asuntos Sociales del Gobierno vasco, Javier Madrazo). "Hasta la fecha, las gestiones no han dado fruto. En España sólo contamos con la colaboración del Grupo de Trabajo sobre Tratamientos", añade Frans van dem Boom, director para Europa de la organización.

Ante la crisis mundial que representa el sida, Berkley es partidario de actuar en todos los frentes a la vez. "No podemos olvidar la vacuna para centrarnos en los retrovirales. También hay que trabajar simultáneamente en la investigación, en la fabricación y en establecer las redes para los ensayos y la distribución de una vacuna".

El objetivo es trabajar en paralelo, "igual que los grandes ordenadores", explica Berkley. Por eso, IAVI trabaja en distintas partes del mundo con 16 ensayos de vacunas diferentes. "Probamos a la vez diferentes dosis, intervalos variables y moléculas. Si fuéramos capaces de trabajar 24 horas al día siete días a la semana, y tuviéramos fondos para hacerlo, podríamos tener un resultado en tres años", afirma convencido.

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