LA POSGUERRA DE IRAK

EE UU ha matado a 300 iraquíes y detenido a miles en su guerra antiguerrilla

Las tropas han endurecido las tácticas para aplastar la resistencia contra la ocupación

En las últimas seis semanas los pueblos con casas de barro y techos de hojas de palma asentados a lo largo del río Tigris han sido el escenario de una reducida pero intensa guerra llevada a cabo con métodos muy distintos a los de la campaña que llevó al derrocamiento de Sadam Husein. En respuesta a los ataques guerrilleros de los iraquíes, el Ejército estadounidense ha adoptado nuevas tácticas contra adversarios generalmente invisibles y ha desarrollado nuevas formas de obtener información entre la población, según afirman soldados y oficiales entrevistados en las pasadas semanas.

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En las últimas seis semanas los pueblos con casas de barro y techos de hojas de palma asentados a lo largo del río Tigris han sido el escenario de una reducida pero intensa guerra llevada a cabo con métodos muy distintos a los de la campaña que llevó al derrocamiento de Sadam Husein. En respuesta a los ataques guerrilleros de los iraquíes, el Ejército estadounidense ha adoptado nuevas tácticas contra adversarios generalmente invisibles y ha desarrollado nuevas formas de obtener información entre la población, según afirman soldados y oficiales entrevistados en las pasadas semanas.

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Miles de supuestos combatientes iraquíes han sido detenidos a lo largo de las seis últimas semanas, en cientos de operaciones militares estadounidenses, la mayoría efectuadas en plena noche. En la extensa región al norte de Bagdad controlada por la IV División de Infantería, más de 300 combatientes iraquíes han muerto en combate, afirman los oficiales. En el mismo periodo, las fuerzas estadounidenses en Irak han sufrido 39 bajas. Las constantes muertes de soldados son el resultado directo de la intensificación de la ofensiva estadounidense, añaden los oficiales.

A pesar de las bajas mortales, los oficiales y soldados de Estados Unidos afirman que están obteniendo grandes avances en la región, donde han tenido lugar la mayor parte de los combates y donde están estacionadas la mitad de las tropas norteamericanas.

A principios de junio, antes de la ofensiva estadounidense, la recompensa por matar a un soldado norteamericano era aproximadamente de 300 dólares, dice un oficial. Ahora, a los jóvenes en la calle les ofrecen hasta 5.000 dólares, y si se niegan, les amenazan con matar a sus familias. Esa evolución, afirma el oficial, demuestra la reticencia de los jóvenes, que antes mostraban su hostilidad hacia los estadounidenses, a participar en los combates.

Al mismo tiempo, los ataques han disminuido en la región al noroeste de Bagdad, dominada por los suníes, la base tradicional de Sadam Husein. En esta zona en forma de triángulo -delimitada por Bagdad, Tikrit al norte y las ciudades de Faluja y Ramadi al oeste- los ataques contra las tropas estadounidenses se han reducido a la mitad desde mediados de junio, según un informe militar.

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Este descenso lleva a los altos mandos norteamericanos en la región a pensar que la guerra casi ha acabado. Algunos dicen que la resistencia de los

baazistas, el partido de Sadam, ha sido casi eliminada. Pero otros anuncian una nueva fase en que los baazistas, que ya no tienen nada que perder, podrían abandonar los ataques directos a las tropas norteamericanas y perpetrar atentados con bombas contra civiles estadounidenses e iraquíes que cooperan con ellos.

Además, todos los altos mandos militares coinciden en subrayar que en las últimas semanas tanto la calidad como la cantidad de información proporcionada por los iraquíes han mejorado claramente, lo que permitió, entre otras, la operación que se saldo con la muerte de los hijos de Sadam, Uday y Qusay, el pasado martes.

El coronel David Hogg, comandante de la segunda brigada de la IV División de Infantería, dice que han empleado métodos más duros para obtener información. El miércoles por la noche, afirma, sus tropas detuvieron a la mujer y la hija de un teniente general iraquí. Dejaron una nota que decía: "Si quieres que liberemos a tu familia, entrégate". Esos métodos se justifican, dice, porque "es una operación de inteligencia con detenidos que tienen información". Les hubiéramos liberado en cualquier caso, añade. La táctica funcionó. El pasado viernes, dice Hogg, el teniente general apareció en la base norteamericana y se entregó.

En las semanas posteriores al anuncio del presidente Bush del fin de las operaciones de envergadura en Irak, el 1 de mayo, hubo un incremento de la resistencia en el triángulo suní, donde muchos baazistas, ex oficiales de espionaje y ex miembros de la Guardia Republicana combatían activamente contra los estadounidenses.

Los ataques con granadas contra vehículos norteamericanos se incrementaron a finales de mayo. El día 30, las tropas que patrullaban la ciudad de Bayji, al norte de Tikrit, cayeron en una sofisticada emboscada. Mientras los soldados escapaban de la primera línea de fuego, fueron atacados por la segunda. Cuando devolvieron los disparos, los iraquíes siguieron combatiendo en vez de huir.

Nueva táctica

El 7 de junio, una patrulla de la policía militar entró en la ciudad de Thuluya en la orilla de río Tigris, al sureste de Tikrit. Los iraquíes les dijeron que se fueran y les amenazaron con matarles si volvían, afirma un comandante estadounidense. Entonces "empezamos a forzar las puertas" recuerda un oficial del alto mando central.

En vez de dejar la ciudad, a las dos de la madrugada del día siguiente, centenares de soldados rodearon Thuluya y otros centenares efectuaron operaciones de búsqueda. Cazabombarderos F-15 y helicópteros Apache sobrevolaban la localidad, a la espera de una orden de atacar. Lanchas rápidas patrullaban por el Tigris cortando una eventual huida. Esta agresiva operación estableció el tono de la nueva fase de la guerra.

Desde entonces, el Ejército norteamericano intenta mantener una presión permanente. "En esta compañía hemos efectuado operaciones de comando y búsquedas casi todos los días" desde el principio de junio, dice el capitán Brian Healey, jefe de una compañía de infantería basada cerca de Baqubah, a 50 kilómetros al noreste de Bagdad. En las últimas seis semanas, afirma sentado en un jergón en una antigua base militar iraquí, sólo su unidad ha detenido a cerca de 100 personas.

"Imagino que uno puede sentarse atrincado en su base, o llevar el combate a donde está el enemigo", dice el teniente coronel Larry Pepper Jackson, jefe de un puesto militar en las cercanías de Bayji, una ciudad descrita todavía como hostil por los analistas del espionaje. "La clave del éxito es mantenerse a la ofensiva. Pero no se puede hacer de forma temeraria, so pena de perder soldados".

Jackson dice que tiene en cada momento a dos patrullas en las calles de Bayji. Siguen atacando a sus tropas, pero como resultado de la nueva táctica "está mucho más tranquilo ahora, casi la mitad de contactos con el enemigo que antes".

Un militar de EE UU habla con un colega herido camino de un hospital de Bagdad.REUTERS

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