Editorial:

Científicos y 'Prestige'

Más de cuatrocientos científicos españoles de disciplinas relacionadas con la prevención o reparación de catástrofes como la del Prestige han publicado una carta en la revista Science en la que sostienen que la gestión de las autoridades ha agravado, e incluso ampliado, las consecuencias del hundimiento del petrolero. Se quejan de la falta de asesoramiento experto e independiente en los momentos cruciales de la crisis, cuando había que tomar decisiones con efectos irreversibles sobre su futuro desarrollo. Esa llamativa ausencia, por mucho que un mes después del hundimiento se cre...

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Más de cuatrocientos científicos españoles de disciplinas relacionadas con la prevención o reparación de catástrofes como la del Prestige han publicado una carta en la revista Science en la que sostienen que la gestión de las autoridades ha agravado, e incluso ampliado, las consecuencias del hundimiento del petrolero. Se quejan de la falta de asesoramiento experto e independiente en los momentos cruciales de la crisis, cuando había que tomar decisiones con efectos irreversibles sobre su futuro desarrollo. Esa llamativa ausencia, por mucho que un mes después del hundimiento se creara un comité científico, es un síntoma de desconfianza ante los científicos y, sobre todo, de prepotencia.

Todos parecen estar de acuerdo en que la sociedad de hoy depende del conocimiento, un intangible distinto de las materias primas o el territorio, que hay que cultivar y transmitir a través de la educación, la ciencia y la investigación. Pero una cosa es decirlo y otra es incorporarlo al proceso de toma de decisiones. Nuestra comunidad científica es muy reducida en comparación con nuestros parámetros socioeconómicos y carece de recursos suficientes para desplegar sus potencialidades. Nuestras autoridades dicen que mejorarán la situación y enuncian objetivos ambiciosos, pero la situación apenas ha cambiado en los últimos 10 años.

Impulsar la ciencia requiere un esfuerzo de aumento del gasto sostenido a lo largo de décadas, aunque el incremento anual no sea tan espectacular como el que nos anuncian sin datos homologables. No vale barajar las mismas partidas cada año cambiándolas de nombre y crear programas nuevos con dineros viejos. Además hay que gastar mejor, coordinando las acciones de investigación y estimulando las líneas que se consideren más prometedoras.

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Finalmente, y apuntando directamente a la catástrofe marítima, hay que creer en la utilidad del conocimiento. A veces se ignora cómo pueden ayudar los científicos y otras veces se desconfía de ellos por temor a que sus recomendaciones sean incómodas o planteen decisiones difíciles de tomar. Pero sólo el conocimiento riguroso y la independencia a la hora de difundir sus conclusiones pueden paliar los daños ocasionados por calamidades como la del Prestige.

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