Columna

Percebes

La Costa de la Muerte amaneció con nuevos lutos, las aguas del Finisterre peninsular se tiñen de Apocalipsis con cierta regularidad, envenenadas por desvencijados petroleros con bandera pirata de conveniencia, fletados por corsarios sin escrúpulos, negreros del oro negro que al derramarse sobre el mar hace honor al nombre por el que le conocieron los antiguos, "aqua infernalis".

El nombre del siniestro buque siniestrado, Prestige, suena como una broma de mal gusto para los pescadores y mariscadores de la moribunda Costa da Morte, cementerio marino, camposanto de náufragos cuyos e...

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La Costa de la Muerte amaneció con nuevos lutos, las aguas del Finisterre peninsular se tiñen de Apocalipsis con cierta regularidad, envenenadas por desvencijados petroleros con bandera pirata de conveniencia, fletados por corsarios sin escrúpulos, negreros del oro negro que al derramarse sobre el mar hace honor al nombre por el que le conocieron los antiguos, "aqua infernalis".

El nombre del siniestro buque siniestrado, Prestige, suena como una broma de mal gusto para los pescadores y mariscadores de la moribunda Costa da Morte, cementerio marino, camposanto de náufragos cuyos epitafios rescató en su postrera gran obra Camilo José Cela, nacido en Iria Flavia, en la Galicia interior.

Sobre el mostrador del bar de la esquina, un periódico madrileño manchado de café con leche y con el cupón correspondiente recortado exhibe en su primera página la fotografía de un ave embreada de fuel, icono trágico de todas las catástrofes petroleras, con un pie de foto en el que subraya la gravedad y las repercusiones del suceso con estas palabras: "La marea negra del Prestige acaba con el percebe gallego".

Para un lector extranjero la lectura del titular anterior le llevaría a la conclusión de que los percebes son una especie en vías de extinción y su acabamiento resume la magnitud de la tragedia mejor que cualquier otro aspecto del terrible acontecimiento. Menos mal que en las páginas interiores se reflejan otras dramáticas secuelas, la marea "acabará" también con las nécoras y los centollos, aunque, una buena noticia para los pobres, los mejillones por el momento no han sido afectados.

El enviado especial del diario muestra su preocupación y sus condolencias en el mismo arranque de la crónica: "Las primeras consecuencias del vertido del Prestige se van a notar estas navidades", escribe este portador de nefastos augurios para los gourmets de tierra adentro. Después de titular "La marea negra del Prestige acaba con el percebe gallego", lo siguiente podría ser algo así como "La guerra del Cáucaso encarece dramáticamente el precio del caviar" o "Un conflicto con Cuba repercutiría gravemente en el sector de los puros habanos".

Desde luego, y como también subraya el mismo periódico, el litoral de la Costa de la Muerte es la zona marisquera más importante de España, pero los principales afectados por el vertido no son precisamente los consumidores navideños de percebes, nécoras y centollos, sino los mariscadores y pescadores de la zona, que han solicitado una vez más la declaración de zona catastrófica y que hoy recuerdan que para cobrar las indemnizaciones de la marea del Mar Egeo tuvieron que esperar 10 años. Las secuelas ecológicas y económicas, los riesgos del tráfico marítimo de los petroleros y superpetroleros y la piratería de nuevo cuño que se impone en los siete mares, de San Petersburgo a Singapur, en este caso, parecen a primera vista los aspectos más reseñables de la noticia, pero todo se explica, no hay que olvidar que estamos en Madrid.

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Gran parte de la toponimia costera gallega está representada y a veces repetida en las calles y plazas de la capital a través de una vasta y creciente red de establecimientos hosteleros, de las marisquerías más selectas a las tascas más humildes, pasando por mesones, restaurantes y cafeterías. Percebes, centollos, nécoras, ostras, navajas, almejas, vieiras, mejillones y también la empanada, el pulpo y el lacón, el caldo y los pimientos de Padrón, por no hablar de los pescados. La cocina gallega en Madrid sirve a todos los gustos y a todos los bolsillos y sus especialidades gastronómicas se han integrado en la integradora y ecléctica dieta de sus habitantes hace ya mucho tiempo.

El madrileño tiende a contemplar Galicia como un restaurante marisquería situado a la orilla del mar y bajo un toldo para protegerse de la lluvia. Cuando los veraneantes del Foro vuelven de sus vacaciones allá, sus muletillas más frecuentes suelen ser del tipo: "Media docena de ostras, una centolla, medio kilo de percebes, cuatro nécoras y dos botellas de albariño y a qué no sabéis cuánto nos cobraron".

Galicia a vista de percebe.

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