Reportaje:

Un siglo y medio sin bajar la guardia

Una científica de San Francisco duplica la vida del gusano preservando su vigor y capacidad reproductiva

Si los fundamentos del envejecimiento fueran los mismos en los gusanos y en los humanos, Cynthia Kenyon habría encontrado un truco para hacernos vivir 150 años en buena forma. De momento ha conseguido elevar la esperanza media de vida de Caenorhabditis elegans (el único gusano ganador de un Nobel) de tres semanas a un mes y medio, y ello sin perturbar ni su vigor ni su capacidad reproductiva. La clave está en una manipulación inteligente del receptor de la insulina.

La insulina y otras hormonas similares tienen múltiples efectos sobre el desarrollo, la maduración sexual y el enve...

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Si los fundamentos del envejecimiento fueran los mismos en los gusanos y en los humanos, Cynthia Kenyon habría encontrado un truco para hacernos vivir 150 años en buena forma. De momento ha conseguido elevar la esperanza media de vida de Caenorhabditis elegans (el único gusano ganador de un Nobel) de tres semanas a un mes y medio, y ello sin perturbar ni su vigor ni su capacidad reproductiva. La clave está en una manipulación inteligente del receptor de la insulina.

La insulina y otras hormonas similares tienen múltiples efectos sobre el desarrollo, la maduración sexual y el envejecimiento de todos los animales. Circulan por la sangre, y sólo pueden ejercer sus efectos sobre las células si éstas despliegan en su superficie una proteína que las reconoce, el receptor de la insulina. Kenyon ya descubrió en 1993 que las mutaciones que estropeaban un poco ese receptor duplicaban la vida del gusano, pero a costa de suprimir su capacidad reproductora, condenando al animal a un molesto estado de inmadurez sexual permanente.

Kenyon y su equipo de la Universidad de California en San Francisco presentan hoy en la revista Science una forma nítida de esquivar ese último problema. Se trata de dejar funcionar al receptor durante el desarrollo del gusano, e inactivarlo sólo durante su vida adulta. De esta forma, el animal sigue viviendo el doble de lo normal, pero con su capacidad reproductora intacta. La técnica que han usado para activar e inactivar el receptor a placer se llama interferencia de ARN (el ARN es una molécula similar al ADN que forma los genes, y en ciertas condiciones se le puede usar para inactivar a éstos).

'La interferencia de ARN funcionará en humanos con toda probabilidad', dijo ayer Kenyon a este diario. 'En el gusano, basta con que el animal se coma el ARN, y en humanos habrá que encontrar otra forma de administrarlo, seguramente a través de un virus que lo produzca, pero el potencial de la interferencia de ARN en nuestra especie es sin duda enorme'. De momento, Kenyon ya ha patentado los detalles de su técnica, y no para usarla en gusanos precisamente.

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