Tribuna:

Premio a la mediación y al diálogo

Siempre que se concede un premio Nobel de la Paz a un político, y más si ha ostentado la presidencia de un país como Estados Unidos, se corre la tentación de descalificar el premio y al laureado recordando lo que hizo o dejó de hacer hace 20 o 25 años. Pero el Nobel de la Paz para Carter no es por su labor como presidente, sino por el trabajo que ha impulsado posteriormente a través del Centro Carter, un centro que trabaja en los campos de los derechos humanos, la resolución de conflictos y el fortalecimiento de la democracia, y por promover diálogos y mediaciones en numerosos conflictos, con ...

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Siempre que se concede un premio Nobel de la Paz a un político, y más si ha ostentado la presidencia de un país como Estados Unidos, se corre la tentación de descalificar el premio y al laureado recordando lo que hizo o dejó de hacer hace 20 o 25 años. Pero el Nobel de la Paz para Carter no es por su labor como presidente, sino por el trabajo que ha impulsado posteriormente a través del Centro Carter, un centro que trabaja en los campos de los derechos humanos, la resolución de conflictos y el fortalecimiento de la democracia, y por promover diálogos y mediaciones en numerosos conflictos, con especial énfasis en Sudán, Uganda, los Grandes Lagos, Ecuador, Bosnia, Corea, Estonia y Liberia.

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El Nobel para Carter va a tener, sin duda, un notable impacto en el interior de Estados Unidos en la medida en que es notoria su crítica hacia la manera de entender la paz y los derechos humanos de la Administración Bush. Hace ahora un mes, Carter escribía un artículo en The Washington Post en el que de forma muy clara criticaba al Gobierno estadounidense por abandonar el largo camino trazado anteriormente para conseguir la paz en Oriente Próximo, por haber ignorado o perdonado abusos en varias naciones a cambio de obtener apoyo en su lucha antiterrorista, por despreciar la acción de Naciones Unidas y por retar contraproducentemente al resto del mundo en diferentes temas. Para Carter, además, Irak no representa actualmente ningún peligro para EE UU, por lo que aboga por un tratamiento más político del tema y desde la ONU. En este sentido, la concesión de este Nobel es un serio aviso para la política exterior norteamericana.

La segunda lectura de este Nobel es el respaldo hacia los trabajos de mediación, la cultura del diálogo y la práctica de tender puentes. El año 2002 es uno de los más ricos y esperanzadores en este sentido, pues en pocos meses se han abierto negociaciones y ha renacido la esperanza en Angola, Burundi, Corea, Aceh (Indonesia), Liberia, Myanmar, RD Congo, Somalia, Sri Lanka, Sudán y otras regiones del planeta. Muchos de estos conflictos arrastran décadas de guerra y suman millones de refugiados y de muertos. Los medios de comunicación conceden mucho espacio a la guerra y a los actores enfrentados, pero no dan suficiente visibilidad a los esfuerzos de paz, a las iniciativas ciudadanas que ponen las primeras semillas de un proceso esperanzador, e incluso a la misma diplomacia preventiva o constructora de espacios para la negociación. Este Nobel es, cierto, un reconocimiento a la tarea de Carter y de su centro de resolución de conflictos, pero es también una invitación para que el trabajo de los 'ingenieros de puentes y caminos' de paz tenga mayor visibilidad y pueda obtener más apoyo que la tarea de quienes apuestan con tanta rapidez por la destrucción, en vano intento de resolver los conflictos.

Vicenç Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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