Editorial:

Que investiguen fuera

La buena noticia es que la Comisión Europea ha financiado, por primera vez, un proyecto de investigación con células madre embrionarias que podría conducir a un tratamiento eficaz de la diabetes de tipo 1. Mejor todavía, el investigador principal es un español, Bernat Soria, de la Universidad Miguel Hernández, de Elche. La mala es que el profesor Soria tendrá que hacer el grueso de sus investigaciones fuera de España.

Hace dos años, Soria consiguió convertir células madre embrionarias de ratón en células pancreáticas productoras de insulina con las que sustituir a las dañadas en enfermo...

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La buena noticia es que la Comisión Europea ha financiado, por primera vez, un proyecto de investigación con células madre embrionarias que podría conducir a un tratamiento eficaz de la diabetes de tipo 1. Mejor todavía, el investigador principal es un español, Bernat Soria, de la Universidad Miguel Hernández, de Elche. La mala es que el profesor Soria tendrá que hacer el grueso de sus investigaciones fuera de España.

Hace dos años, Soria consiguió convertir células madre embrionarias de ratón en células pancreáticas productoras de insulina con las que sustituir a las dañadas en enfermos de diabetes. Se convirtió así en uno de los científicos más avanzados del mundo en el uso terapéutico de las células madre y suscitó grandes esperanzas en los enfermos. La continuación natural de sus investigaciones pasaba por la utilización de células madre procedentes de embriones humanos, pero en este punto el Gobierno intervino para paralizar los experimentos y advertirle de que, de continuar con ellos, incurriría en 'una infracción grave'.

La mayoría de la comunidad científica internacional es partidaria de la utilización de esas células para explorar el tratamiento de enfermedades hoy incurables, coincidiendo en este punto con la Comisión Nacional de Reproducción Asistida. Pero la presión de los grupos religiosos más integristas y conservadores ha conseguido que muchos gobiernos, entre ellos el español, se pronuncien por la prohibición de este tipo de experimentación o pongan dificultades a la misma.

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El profesor Soria ha tenido, en consecuencia, que recurrir a laboratorios situados en Estados con una legislación más avanzada para proseguir su trabajo y poder aprovechar la financiación europea a través de un consorcio de ocho laboratorios en los que desarrollará su proyecto de investigación en condiciones aprobadas por los comités de bioética de Bruselas. No cabe sino lamentar que, sobre un fondo de falta de apoyo real a la investigación científica en nuestro país, se dificulten, por prejuicios religiosos o ideológicos, los trabajos de científicos que, a base de talento y dedicación, consiguen superar esas dificultades.

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