LA SITUACIÓN EN LOS BALCANES

Solana obtiene un alto el fuego entre Ejército y guerrilleros en Macedonia

'Skopje ya no está amenazada', dice el jefe de la diplomacia de la UE

La guerra de Macedonia ha provocado la desbandada de miles de refugiados de las dos naciones que forman el país. Muchos macedonios, eslavos y albaneses, han abandonado sus casas por miedo. Otros se han visto obligados a hacerlo por los combates y la presencia de los alzados en armas de la guerrilla albanesa del ELN, que provoca la consiguiente represión por parte de las tropas de la policía y el Ejército de Macedonia. En el vecino Kosovo, la provincia serbia administrada desde hace dos años por la ONU, se ha producido un movimiento de refugiados en dirección contraria al éxodo de hace casi dos...

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La guerra de Macedonia ha provocado la desbandada de miles de refugiados de las dos naciones que forman el país. Muchos macedonios, eslavos y albaneses, han abandonado sus casas por miedo. Otros se han visto obligados a hacerlo por los combates y la presencia de los alzados en armas de la guerrilla albanesa del ELN, que provoca la consiguiente represión por parte de las tropas de la policía y el Ejército de Macedonia. En el vecino Kosovo, la provincia serbia administrada desde hace dos años por la ONU, se ha producido un movimiento de refugiados en dirección contraria al éxodo de hace casi dos años y medio, cuando los bombardeos de la OTAN aceleraron la limpieza étnica practicada por el régimen del déspota Slobodan Milosevic. Más de 50.000 albaneses de Macedonia han atravesado estos días la frontera de Kosovo para huir de la guerra.

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A las mismas puertas de la capital, Skopje, se encuentra Singelic, uno de los pueblos que rodean Aracinovo, la pequeña ciudad de 13.000 habitantes donde se introdujo el ELN y se combate desde hace tres días. Aracinovo se ha convertido en bastión y símbolo de la penetración de los alzados hasta las mismas puertas de la capital. La batalla de Aracinovo ha reducido al vecino Singelic a la condición de pueblo fantasma: tiendas cerradas a cal y canto y calles desiertas en pleno día.

Destan Bajrami, un albanés de 65 años, arrastra su bicicleta por las desiertas calles de Singelic. Habla el dialecto suizo alemán, consecuencia de los 14 años que trabajó de albañil en el cantón de Aarau. Este hombre de aspecto fuerte, moreno y con el gorro albanés en la cabeza, explica: 'Se fueron todos los últimos días a Kosovo y a Skopje'. Asegura que no tiene miedo y cuenta que su mujer y sus ocho hijos le han dejado al cuidado de la casa.

No tiene confianza Bajrami en el Gobierno, ni tampoco en los partidos albaneses que ocupan escaños en el Parlamento y carteras en los ministerios. Hace un gesto despectivo con la mano: 'No confío en ellos. Nada. Se acabó'. A la pregunta de qué piensa del ELN responde: 'No sé. No queremos una Gran Albania, ni un Gran Kosovo. Queremos Macedonia'. Sobre sus vecinos eslavos dice Bajrami: 'Antes las relaciones eran buenas, pero ya no hablamos entre nosotros desde que empezó todo'.

Ese 'todo' son las explosiones y ráfagas de armas automáticas que constituyen la música de fondo. Desde Singelic se ve a campo descubierto, a unos dos kilómetros, Aracinovo, donde las columnas de humo indican los impactos de los proyectiles. Dos mujeres macedonias eslavas, Mirjana, de 45 años, y Ljubica, de 47, conversan en la pequeña huerta delante de sus casas. Mirjana explica que tiene al marido inválido, un hombretón moreno de 54 años que trabajaba de chófer y quedó paralizado de medio cuerpo hace cuatro años como consecuencia de un ataque cerebral que le impide hablar.

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La mujer da rienda suelta a sus angustias, acumuladas por noches de no dormir por los titoteos y ahora los estampidos de la artillería. 'Nos avergonzamos de esto', dice. Relata Mirjana que las relaciones con los albaneses eran muy buenas 'hasta este momento' y explica: 'Nos invitábamos a tomar café y nos ayudábamos. Cuando mi marido enfermó, muchos vinieron a verlo y hasta me ofrecieron ayuda económica'.

A Mirjana se le llenan los ojos de lágrimas cuando dice: 'Todo iba bien hasta que llegó esta cosa endemoniada. Queremos paz y no queremos armas. Las armas son lo peor. No hay paz, ni de día ni en la noche'.

Una columna de humo en Aracinovo, tras un ataque del Ejército.EPA

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