Tribuna

La alternativa para un desarrollo sostenible

La discusión sobre la utilización de cables subterráneos o líneas aéreas en las redes de transporte de energía eléctrica está a la orden del día. Si bien podríamos generalizar afirmando que un país moderno, como debería ser el nuestro, ha de tener garantizado el suministro eléctrico y disponer de unas instalaciones de máxima calidad y por ende subterráneas, vale la pena concretar los argumentos favorables al soterramiento con la ejemplificación del caso que nos ocupa, la línea de las Gavarres.

La insuficiencia del suministro y la creciente demanda energética de la zona Costa Brava centr...

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La discusión sobre la utilización de cables subterráneos o líneas aéreas en las redes de transporte de energía eléctrica está a la orden del día. Si bien podríamos generalizar afirmando que un país moderno, como debería ser el nuestro, ha de tener garantizado el suministro eléctrico y disponer de unas instalaciones de máxima calidad y por ende subterráneas, vale la pena concretar los argumentos favorables al soterramiento con la ejemplificación del caso que nos ocupa, la línea de las Gavarres.

La insuficiencia del suministro y la creciente demanda energética de la zona Costa Brava centro son las justificaciones alegadas por Fecsa-Enher para instalar dicha línea y apostar por un trazado aéreo, cuyo coste evidentemente es el más económico. Por el contrario, ante la manifiesta falta de planificación y ordenación de la que hace gala el actual Gobierno de la Generalitat, es lógico que nos opongamos los pequeños municipios que deberíamos soportar que otra infraestructura trinchase de nuevo nuestro territorio.

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Para evitar los evidentes inconvenientes que una nueva línea comporta existen distintas alternativas: fomentar el ahorro energético, apostar por las energías renovables y alternativas, y producir la energía en el mismo lugar donde se consume. Todas estas soluciones harían innecesaria la construcción de la línea, pero está claro que también reducirían los cuantiosos beneficios económicos de la compañía eléctrica.

Así pues, sólo cabe una última solución, el soterramiento de la línea aprovechando que la infraestructura viaria que va desde Llagostera hasta el corazón de la Costra Brava sufrirá de forma inmediata una reforma total. La construcción de la variante en la actual C-65 y el futuro desdoblamiento de la C-35 deberían aprovecharse como corredor de servicios que permitiese el paso soterrado de dicha línea y de cualquier otro servicio que en un futuro fuese necesario. De esta manera se evitaría el paso de un trazado aéreo a escasos metros de viviendas y su demostrada repercusión en las personas. Se evitaría su paso por zonas de alto valor agrícola y ecológico, su gran impacto medioambiental y que se hipoteque el potencial económico y turístico de los pueblos situados en la segunda línea del litoral.

Lluís Postigo es alcalde de Llagostera (Entesa per Llagostera).

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