Walser novela la vida de un niño en los años en que se forjó el nazismo

El autor presenta 'Una fuente inagotable' en Barcelona

Martin Walser, nacido en Wasserburg en 1927, vivió en su niñez el auge del nazismo y participó en la II Guerra Mundial como soldado. Ahora ha escrito Una fuente inagotable (Lumen), una novela en cierto modo iniciática que tiene como protagonista a un álter ego llamado Johann, un muchacho inmerso en la vida cotidiana de una pequeña ciudad de Alemania que observa el presente de entonces sin dejarse condicionar por los hechos históricos fijados por el pasado del tiempo. "Para comprenderlo, uno debe acercarse al pasado como lo hace con los sueños", afirma Walser.

"He querido explicar el ing...

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Martin Walser, nacido en Wasserburg en 1927, vivió en su niñez el auge del nazismo y participó en la II Guerra Mundial como soldado. Ahora ha escrito Una fuente inagotable (Lumen), una novela en cierto modo iniciática que tiene como protagonista a un álter ego llamado Johann, un muchacho inmerso en la vida cotidiana de una pequeña ciudad de Alemania que observa el presente de entonces sin dejarse condicionar por los hechos históricos fijados por el pasado del tiempo. "Para comprenderlo, uno debe acercarse al pasado como lo hace con los sueños", afirma Walser.

"He querido explicar el ingreso de mi madre en el Partido Nazi", explica el escritor. "Mi madre era una buena mujer, muy religiosa, y sin embargo ingresó en el partido. Pensaba que tenía que explicar esta historia sin tener en cuenta los juicios que se hacen desde ahora. Ésta era la dificultad, ya que en aquellos años yo no era ni fascista ni antifascista. En Alemania, un libro se considera interesante si se decanta por un bando o por el otro; no es mi caso. Yo era entonces un niño inmerso en el tiempo que me tocó vivir y eso es lo que he querido contar".Una fuente inagotable, que contiene rasgos autobiográficos inequívocos, está dividida en tres partes. La primera se sitúa en el periodo 1932-33, la segunda está ambientada en 1938 y la tercera en 1944-45. "El auténtico protagonista es la lengua", señala Walser, "que tiene esa fuente inagotable del título. Al final, se llega a esta conclusión: que hay que confiarse a la lengua, que es un proceso que tendría que ser como cruzar el mar en una balsa de frases, aunque esa balsa fuera deshaciéndose en el mismo momento de surgir y hubiera que añadirle más frases si uno no quería perecer".

Walser, que formó parte, junto con Günter Grass y otros escritores, del llamado Grupo 47, ha sido acusado por Grass de tener "una cierta ingenuidad política". Él, sin embargo, se defiende. "La dificultad esencial de mi libro era hablar de un niño inmerso en el tiempo que le ha tocado vivir, sin dejarse influir por juicios a posteriori. Un importante crítico alemán dijo que en el libro faltaba la palabra Auschwitz, pero es precisamente eso lo que quería evitar. Otros críticos dijeron que era una novela muy digna, pero un poco ingenua. Creo que es grotesco que, después de 50 años, se tenga que escribir una novela antifascista. En este sentido, creo que El tambor de hojalata, de Grass, fue el último libro antisfacista posible. En cualquier caso, la impresión de mi infancia es muy distinta".

El origen de la polémica lo fija Walser en 1998, cuando los libreros alemanes le otorgaron el Premio de la Paz. Walser leyó entonces un discurso que alteró las tranquilas aguas de la intelectualidad alemana, ya que habló de la lengua como un ámbito personal capaz de relatar la propia experiencia y comparándolo con los discursos del domingo del primer ministro del país. Muchos escritores le dijeron entonces que aquello era algo que podía decir en privado, pero no en público.

Walser insiste en que prefiere decir lo que piensa, sin dejarse influir por las tendencias intelectuales. Sobre la reunificación alemana, por ejemplo, opina: "Nada fue tan doloroso como la separación y, aunque hay problemas con la reunificación, estamos en un periodo de convalecencia del dolor". Frente a las voces críticas sobre cómo se ha hecho este proceso, señala: "No se puede pretender que todo se arregle en poco tiempo. Hubo 40 años de división y quizá hagan falta otros 40 para curar las heridas".

En cuanto al auge del neonazismo, Walser le resta importancia afirmando que los seguidores de este movimiento son una minoría que se mueve por modas. "Buscan escandalizar a sus mayores y la manera de hacerlo es con la cruz gamada, que hace que salgan en todas las televisiones", dice. "Hace ocho años", apunta, "hice una propuesta sobre estos jóvenes. Lo mejor que podría hacer el Gobierno es darles una beca, como si se tratara de escritores, para que fueran a pasar una temporada a un país con sol y volvieran con el espíritu curado. Estarían bronceados por fuera, pero blancos por dentro".

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