Blair admite los posibles riesgos de los productos transgénicos

Un año después de abanderar la campaña a favor de los alimentos transgénicos, el primer ministro británico, Tony Blair, ha decidido adoptar una postura más dialogante. En un artículo publicado ayer en el diario The Independent, Blair admitió por vez primera los posibles efectos nocivos de estos productos y calificó de "muy valiosa" la aportación de los ecologistas al debate.El cambio de actitud coincide con los problemas de las multinacionales de la biotecnología para convencer a los agricultores de que planten semillas modificadas en el Reino Unido con fines experimentales. En 1999, y en plen...

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Un año después de abanderar la campaña a favor de los alimentos transgénicos, el primer ministro británico, Tony Blair, ha decidido adoptar una postura más dialogante. En un artículo publicado ayer en el diario The Independent, Blair admitió por vez primera los posibles efectos nocivos de estos productos y calificó de "muy valiosa" la aportación de los ecologistas al debate.El cambio de actitud coincide con los problemas de las multinacionales de la biotecnología para convencer a los agricultores de que planten semillas modificadas en el Reino Unido con fines experimentales. En 1999, y en plena polémica sobre la comercialización de semillas transgénicas marcada por el rechazo del consumidor británico a unos alimentos sobre los que pedía más información, Blair prometió resistirse a "la tiranía" de los grupos ecologistas a los que ayer saludó como iguales.

En el artículo de ayer, titulado La clave de los transgénicos son sus posibilidades, tanto para lo bueno como para lo malo, Blair va incluso más lejos. Califica de "legítimo" el temor ciudadano sobre unos productos "que tal vez afecten la salud humana o la biodiversidad", y asegura también que el Gobierno "se lo está tomando muy en serio".

Impacto ambiental

El primer ministro reconoce que no esperaba enfrentarse a la ciudadanía por las cosechas genéticamente tratadas. Para no dejar mal a su propio gabinete -dividido entre partidarios radicales de las semillas transgénicas y contrarios a dejarse arrastrar por la euforia empresarial- Blair lamenta que sus intenciones hayan sido tergiversadas. "En política, te acostumbras a que te malinterpreten, pero sigo sin comprender por qué se ha dicho que el Gobierno apoya sin reservas este tipo de tecnología alimentaria. De lo que estamos a favor es de preservar el entorno, así como la salud y capacidad de elección del consumidor", dice. Luego recalca que ninguna empresa será autorizada a cultivar grano modificado en suelo británico "mientras no se esté seguro del impacto ambiental".

El nuevo enfoque de Blair, explicado desde la propia Downing Street como una "reformulación de la postura mantenida siempre por el gabinete laborista", no olvida a los científicos. En ellos ha depositado su confianza para que demuestren que los beneficios superan a los peligros.

Para los ecologistas, por mucho que Blair opte ahora por la suma cautela, su escrito demuestra que ha atendido por fin el clamor popular. "Marca un nuevo enfoque sobre la manipulación genética de alimentos en nuestro país", dice Charles Secrett, director de Amigos de la Tierra. Por su parte, The Independent, que ha encabezado la campaña por una moratoria de cinco años para la siembra de semillas transgénicas y el posterior etiquetado de los alimentos, no tuvo reparos en tildar de "giro copernicano" las palabras de Blair.

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