Castro acepta la deportación a la isla de los presos cubanos amotinados en Luisiana

Las enrarecidas relaciones migratorias cubano-estadounidenses parecieron recobrar esta semana cierta normalidad, pese a que aún no se ha resuelto el caso del niño balsero Elián González, que enfrenta a ambos Gobiernos desde hace dos meses. En una medida sin precedentes, el Gobierno de Fidel Castro recibió el lunes a seis de los siete presos cubanos que se amotinaron la semana pasada en la cárcel federal de Luisiana para exigir su vuelta a la isla. Los amotinados tomaron varios rehenes, entre ellos el director de la cárcel, con el propósito de presionar a las autoridades de EE UU, que los mante...

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Las enrarecidas relaciones migratorias cubano-estadounidenses parecieron recobrar esta semana cierta normalidad, pese a que aún no se ha resuelto el caso del niño balsero Elián González, que enfrenta a ambos Gobiernos desde hace dos meses. En una medida sin precedentes, el Gobierno de Fidel Castro recibió el lunes a seis de los siete presos cubanos que se amotinaron la semana pasada en la cárcel federal de Luisiana para exigir su vuelta a la isla. Los amotinados tomaron varios rehenes, entre ellos el director de la cárcel, con el propósito de presionar a las autoridades de EE UU, que los mantenía en prisión desde hace años pese a haber cumplido ya sus condenas por delitos cometidos en EEUU. El Servicio de Inmigración y Naturalización de EE UU mantiene detenidos a un centenar de cubanos que considera "excluibles" con el argumento de que Cuba no acepta deportaciones de presos cubanos y que sería un riesgo ponerlos en libertad.

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La posición oficial de La Habana ha sido siempre la de no aceptar el regreso de cubanos detenidos en cárceles norteamericanas, dado que EE UU tampoco deporta a los secuestradores de barcos, asesinos y terroristas que reclama la justicia cubana y están libres en EE UU. Sólo en 1984, las autoridades cubanas aceptaron recibir a un grupo de 2.746 "excluibles" como parte del acuerdo migratorio que ambos países firmaron ese año.

En esta ocasión, sin embargo, Cuba atendió "por motivos humanitarios" la petición hecha por el Gobierno de Bill Clinton, que al producirse el motín preguntó a La Habana si aceptaría el regreso de los amotinados, condenados por delitos de robo, asesinato y tráfico de drogas.

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