Tribuna:

Riesgo y sencillez

El destino último de las vanguardias artísticas, salvo las que quedan relegadas al olvido, es el de ocupar las nuevas Academias. Pocos ejemplos más claros del engranaje sartriano que la concesión del Premio Nacional de Fotografía a Alberto García Alix, y, sin duda, pocos premios más justos y justificados.Quienes hayan seguido su trayectoria vital y profesional saben que este fotógrafo nacido en León hace 43 años es un enamorado del riesgo y de la sencillez. Su vida ha sentido siempre la fascinación del abismo con la misma intensidad que su obra ha procurado la sabiduría de la sobria naturalida...

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El destino último de las vanguardias artísticas, salvo las que quedan relegadas al olvido, es el de ocupar las nuevas Academias. Pocos ejemplos más claros del engranaje sartriano que la concesión del Premio Nacional de Fotografía a Alberto García Alix, y, sin duda, pocos premios más justos y justificados.Quienes hayan seguido su trayectoria vital y profesional saben que este fotógrafo nacido en León hace 43 años es un enamorado del riesgo y de la sencillez. Su vida ha sentido siempre la fascinación del abismo con la misma intensidad que su obra ha procurado la sabiduría de la sobria naturalidad. Son conceptos complementarios que le han permitido una larga, impensada y fructífera labor. Sirva un dato de muestra: la última exposición antológica de su obra, en junio de 1998 en Madrid, exhibió 150 obras realizadas entre 1978 y 1998. Los comisarios de la misma, Mireia Sentís y José Luis Gallero, revisaron 95.000 negativos. Malditismo, marginalidad, sexo, drogas y rock and roll, pero también una media de 4.700 fotografías al año.

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