Tres fábricas en Crevillent y más de 300 trabajadores

Aunque la mayor parte de la actividad comercial de Puertas Luvipol se centra en el extranjero, toda la producción remite su made in a la ciudad de Crevillent. En esta localidad del Baix Vinalopó se ubican las tres fábricas de la empresa, cada una con una tarea bien definida. Así, Maderas del Sureste, a apenas 12 kilómetros del centro urbano, ejecuta dos tareas esenciales para un buen producto: almacén y serrería. Allí, una parcela de 60.000 metros cuadrados, 12.000 de ellos bajo techado, da trabajo a 50 operarios. 20 cámaras de secado tratan hasta una decena de maderas distintas que provienen ...

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Aunque la mayor parte de la actividad comercial de Puertas Luvipol se centra en el extranjero, toda la producción remite su made in a la ciudad de Crevillent. En esta localidad del Baix Vinalopó se ubican las tres fábricas de la empresa, cada una con una tarea bien definida. Así, Maderas del Sureste, a apenas 12 kilómetros del centro urbano, ejecuta dos tareas esenciales para un buen producto: almacén y serrería. Allí, una parcela de 60.000 metros cuadrados, 12.000 de ellos bajo techado, da trabajo a 50 operarios. 20 cámaras de secado tratan hasta una decena de maderas distintas que provienen de Suecia, Camerún, República Centroafricana, Gabón, Estados Unidos, Alemania o Brasil.La segunda empresa de la firma es Vicente Puig Oliver, SA, una auténtica y moderna carpintería de 20.000 metros cuadrados donde se construyen puertas bajo la certificación de Aenor. Da trabajo a 210 operarios.

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Por último, Industrias Complementarias de la Madera (Incoma), da empleo a 58 trabajadores. En una nave de 5.000 metros cuadrados se barnizan las puertas y se les dan los últimos retoques para enviarlas a 22 países de los cinco continentes. Una circulación de materias primas y productos que a veces es de ida y vuelta. "Tratamos aquí madera de roble de Estados Unidos y luego les vendemos las puertas, ¡que ya es difícil!", afirma Vicente Puig, el consejero delegado.

Aparte de la certificación forestal de su madera, los hermanos Puig presumen de fabricar las mejores puertas de España. "Todos los demás, cuando venden una puerta de roble, están vendiendo una puerta de conglomerado chapada con roble", asegura Luis Puig. Pero todos sus productos se acaban en madera maciza. Al corte, desde el marco hasta la filigrana más complicada, todo macizo. Nada de aglomerado, nada de chapados.

Un detalle que pesa más que la preocupación ecológica en algunos países, como los de la península arábiga. Por eso allí no enviarán su cada vez mayor producción de puertas de madera certificada. Ni siquiera a sus mejores clientes, como el presidente de los Emiratos Árabes, que acaba de ponerle puertas de Crevillent al desierto al construirse tres palacios en medio de las dunas. Maderas nobles, marcos de grosor desmesurado con juntas de dilatación chapadas en oro y diseños algo recargados para los gustos occidentales pueden elevar el precio de una puerta hasta el millón y medio de pesetas.

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