Tribuna:

Lubinas locas

JUANJO GARCÍA DEL MORAL Cada día resulta más difícil saber lo que comemos. La llamada globalización de los mercados, junto a los constantes avances de la ciencia y de la industria en los sectores relacionados con la alimentación, tienen la culpa. Es indudable que muchos de los productos que consumimos a diario han sido mejorados gracias a la investigación y a las nuevas técnicas. Pero no es menos cierto que muchos de esos supuestos avances empeoran nuestra alimentación. Desconocemos de dónde proceden muchos de los comestibles que compramos a diario en los supermercados. Tampoco sabemos cómo ha...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

JUANJO GARCÍA DEL MORAL Cada día resulta más difícil saber lo que comemos. La llamada globalización de los mercados, junto a los constantes avances de la ciencia y de la industria en los sectores relacionados con la alimentación, tienen la culpa. Es indudable que muchos de los productos que consumimos a diario han sido mejorados gracias a la investigación y a las nuevas técnicas. Pero no es menos cierto que muchos de esos supuestos avances empeoran nuestra alimentación. Desconocemos de dónde proceden muchos de los comestibles que compramos a diario en los supermercados. Tampoco sabemos cómo han sido cultivados los productos agrícolas que consumimos, ni qué piensos han alimentado a los animales cuya carne nos comemos. También carecemos en la mayoría de los casos de información adecuada sobre los aditivos que les han añadido y la manipulación que han sufrido los alimentos que nos llevamos a casa. Así, tan pronto te encuentras con unas tellinas procedentes de algún país suramericano como con maíz transgénico o carne tratada con hormonas. Y comemos todos los días sin aparente menoscabo para la salud.

Viene esto a cuenta de una noticia referida a la instalación de una nueva piscifactoría en Torrevieja. La cosa no tendría mayor interés si no fuera porque se trata de un nuevo experimento. Vean: la granja de peces no está en el mar; el agua procede de una depuradora de aguas residuales, pero para que sea utilizable con la finalidad de criar peces es sometida a un proceso químico que la convierte en salada; y una vez utilizada, se recicla para destinarla al riego. La noticia añade que así el agua sale "enriquecida" con los productos químicos que aportan los peces y mucho más limpia, porque se eliminan las bacterias y el amoniaco. Lo que no dice es si las lubinas también salen enriquecidas gracias a ese proceso y después de ser alimentadas con algún pienso elaborado con inimaginables subproductos de la industria alimentaria debidamente tratados para tal fin. Qué quieren que les diga, a lo mejor esas lubinas incluso están ricas, pero a mí me da cierta aprensión. Cualquier día nos vamos a encontrar en los periódicos con un nuevo escándalo alimentario, el de las lubinas locas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En