Las FARC liberan a los dos técnicos españoles tras reconocer que su secuestro fue un error

"No tengan resentimientos con nosotros; en los próximos 20 días los vamos a liberar, pues hemos comprobado que su retención fue un error", esto les dijo un comandante del Frente 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a los técnicos españoles Marcos Gallego, de 52 años, y José Luis García, de 35, y al argelino Ahmad Sualmy, de 47, el pasado jueves. A la una de la madrugada de ayer (hora peninsular española) llegaron libres y sin contraprestación alguna a Pereira, la ciudad en la que residían desde hace años, situada a 320 kilómetros al oeste de Bogotá,

Si el jueves ...

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"No tengan resentimientos con nosotros; en los próximos 20 días los vamos a liberar, pues hemos comprobado que su retención fue un error", esto les dijo un comandante del Frente 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a los técnicos españoles Marcos Gallego, de 52 años, y José Luis García, de 35, y al argelino Ahmad Sualmy, de 47, el pasado jueves. A la una de la madrugada de ayer (hora peninsular española) llegaron libres y sin contraprestación alguna a Pereira, la ciudad en la que residían desde hace años, situada a 320 kilómetros al oeste de Bogotá,

Si el jueves pasado recibieron la primera esperanza de libertad tras casi nueve meses de secuestro, el pasado domingo, a las cuatro y cuarto de la tarde -resulta imposible no recordar la hora exacta-, el mismo guerrillero les anunció: "Desde este momento son libres". "Fue la alegría más grande de mis 52 años", dijo a EL PAÍS Marcos Gallego. "Es lo más grande que he vivido", y hace una pausa, pues se le quiebra la voz.Gallego, García y su compañero de desventura Sualmy, regresaron el lunes por la noche a Pereira, ciudad del eje cafetero. Llegaron agotados tras siete horas de viaje en una chiva (autobús de carrocería de madera, popular en las zonas rurales), antecedidas por una jornada de más de cuatro horas en mula y dos a pie por los caminos empinados y escarpados de la cordillera.

"Tengo el cuerpo destrozado y una hinchazón en el tobillo", contó Gallego en charla telefónica. "Pensé que la mula me iba a tirar y, antes de romperme la cabeza o una pierna, me bajé y seguí a pie", dice este madrileño nacido en Córdoba.

Los dos técnicos españoles y el argelino fueron secuestrados, junto a dos colombianos, el pasado l8 de febrero. Trabajaban en la instalación de una antena de telefonía para servicio inalámbrico en el área rural de Supía, población de la provincia cafetera de Caldas. Ese día de febrero, a las cuatro y media de la tarde, llegaron cinco guerrilleros, les obligaron a bajar de la torre -"No hagan tonterías para evitar problemas"-, les quitaron los teléfonos móviles y, en una camioneta, se los llevaron montaña adentro. Gallego no lo olvida: "Sentí impotencia, miedo".

La primera noche la pasaron tirados en el suelo de una caseta; al día siguiente, luego de un tinto (café), caminaron hasta las dos de la tarde. En una casa campesina les esperaba algo de comida y una noticia: estaban retenidos "hasta nueva orden". Una orden que ha tardado meses en llegar.Continuaron la marcha. En otra choza, sobre hojas de maíz, improvisaron la que sería su cama en los siguientes 10 días. "Había ratones, polvo, bichos y mucho frío", recuerda Marcos. Cuando la guerrilla liberó a los dos colombianos, a finales de febrero -"Pensábamos que los liberados íbamos a ser nosotros"-, los llevaron a un campamento. Allí mejoró la situación.

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En un cambuche (cuatro palos cubiertos con paja) y en una cama de matrimonio durmieron los tres hasta que protestaron y pidieron mejores condiciones. "Lo pasábamos ahí, sentados, durmiendo, pensado, oyendo radio, leyendo la Biblia [se la dio un guerrillero]. Le daba vueltas a la cabeza, deprimido, con miedo, en medio de esa situación horrenda", recuerda Marcos a unas pocas horas de recobrar la libertad.Ayer, en Pereira, todavía desorientados y cansados, aseguraron que prefieren "no pensar nada" del comunicado que les entregaron antes de recuperar la libertad. Un comunicado en el que las FARC -palabras más, palabras menos- dicen que la retención se dio para averiguar el presunto apoyo financiero de la empresa para la que trabajaban los retenidos (Tedelco, una subcontrata colombiana de Alcatel) a los paramilitares. Aunque nunca se lo dijeron de frente, desde un comienzo supieron que era un secuestro económico. "Nos pidieron la documentación; hasta nos preguntaron cuánto podía pagar la empresa por nosotros".

Sólo quieren pensar en que están libres y que volverán a ver a sus familias. "Lo más duro del secuestro", confiesa José Luis, "es pensar en la familia; cómo están, qué pasa con ellos". Reconoce también que fue muy importante, en el largo cautiverio, escuchar, en las madrugadas de todos los domingos, a través del programa de radio Las voces del secuestro, las palabras de aliento que les mandaban las familias: desde Madrid, su hermana Carmen; desde Pereira, Raquel, la esposa de Marcos, y desde Bogotá, Lina, una amiga de Sualmy. Y agradecen a todos los que ayudaron a su liberación. "Ha sido cuestión de mucha gente; gracias a todos", dice José Luis, contento de regresar pronto a España.

Gallego permanecerá unos días en Pereira antes de regresar. No deja de darle vueltas en la cabeza a lo que, cuando le avisaron de su pronta liberación, le dijo al comandante. Se enfrentó al guerrillero y le dijo: "Su organización falla en materia de inteligencia. ¿Eran necesarios casi nueve meses para confirmar que todo era un error?". El comandante no respondió.

[Los cinco periodistas y los dos cámaras de televisión colombianos retenidos por las FARC fueron liberados ayer en la Serranía de San Lucas, provincia de Bolívar, informa EFE.]

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