Fetiches
Millás siente por los objetos una pasión de fetichista. En las estanterías de su chalé no cabe un alfiler: cerámicas, figurillas de todo tipo, máscaras; incluso, un comedor entero de marquetería (mesa de comedor, seis sillas y una consola), que se disputa un hueco entre los libros. "La vida de los objetos tiene tanta importancia como la vida de las personas, depositamos en ellos nuestra identidad, por eso nos da asco o fascinación el coger una prenda íntima que no es nuestra", afirma el autor de Visión del ahogado. Y, por lo mismo, la gente se resiste a tirar cosas que ya no le sirven, ...
Millás siente por los objetos una pasión de fetichista. En las estanterías de su chalé no cabe un alfiler: cerámicas, figurillas de todo tipo, máscaras; incluso, un comedor entero de marquetería (mesa de comedor, seis sillas y una consola), que se disputa un hueco entre los libros. "La vida de los objetos tiene tanta importancia como la vida de las personas, depositamos en ellos nuestra identidad, por eso nos da asco o fascinación el coger una prenda íntima que no es nuestra", afirma el autor de Visión del ahogado. Y, por lo mismo, la gente se resiste a tirar cosas que ya no le sirven, a juicio del escritor, "porque su presencia es inquietante y amenazante en idéntico caso". Millás confiere a los objetos una cualidad entre lo inerte y lo biológico: "A veces decimos "me duele el zapato", en lugar del pie, y por la noche cuando nos los quitamos, nos despojamos mucho más que de unos objetos", concluye el autor.