Un mecenas privado

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Tiene 1.400 butacas y una admirable acústica, según todos los expertos. Algo que llena de orgullo al hombre que ha hecho posible que el antiguo cine Massimo de Milán resurgiera de sus cenizas convertido en un hermoso teatro musical: el nuevo auditorio. Se llama Agostino Liuni, tiene 54 años, tres hijos mayores y una empresa de pavimentos; vende moquetas, para ser exactos. Nadie sabe exactamente las razones que han decidido a Liuni a invertir 1.700 millones de pesetas y dos años de su tiempo en la construcción del nuevo Auditorio de Milán. Un mecenas secreto que al final ha visto revelada su identidad en la prensa milanesa, a pocas horas de la solemne inauguración. Liuni, un tipo de aspecto común, asegura que ha costeado el auditorio para compensar a su hijo mayor de una pérdida: cuando era pequeño, le impidió acudir al conservatorio y le obligó a estudiar una carrera técnica para hacerse cargo después de la empresa familiar.El auditorio viene a llenar un hueco considerable en Milán, que, como el resto de Italia, sufre de una carencia crónica de salas sinfónicas. El país del bel canto está dotadísimo de teatros de ópera, pero las orquestas de música clásica sufren para encontrar salas con la debida acústica para interpretar sus repertorios.

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