"Queríamos morir"

"Estábamos desesperados, porque nos utilizaban como escudos humanos, emplazaron 25 toneladas de explosivos y municiones en el jardín, nos colocaron al albur de un bombardeo, hubiéramos preferido que nos matasen", confiesa Pieten Kolaj, uno de los miembros del clan familiar Palokaj, en Djurakovac. "Muchas veces deseábamos que nos cayese una bomba, y así acabar el sufrimiento", ratifica su tío Mikel. "El único momento feliz llegaba cuando esperábamos un bombardeo de la OTAN", tercia otro del clan. "Claro que lamentamos los errores o incidentes aliados, pero la diferencia fue sustancial, fueron ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

"Estábamos desesperados, porque nos utilizaban como escudos humanos, emplazaron 25 toneladas de explosivos y municiones en el jardín, nos colocaron al albur de un bombardeo, hubiéramos preferido que nos matasen", confiesa Pieten Kolaj, uno de los miembros del clan familiar Palokaj, en Djurakovac. "Muchas veces deseábamos que nos cayese una bomba, y así acabar el sufrimiento", ratifica su tío Mikel. "El único momento feliz llegaba cuando esperábamos un bombardeo de la OTAN", tercia otro del clan. "Claro que lamentamos los errores o incidentes aliados, pero la diferencia fue sustancial, fueron como una gota en el mar de las masacres serbias, mejor dicho, la OTAN bombardeó puentes, mientras que el Ejército serbio disparó a los civiles, a los niños, mataron incluso a perros y vacas", compara Mikel.

Más información

Ninguna de estas frases las pronuncian los Palokaj para la galería. Se las vuelcan al sobrino, al primo, al hijo Augustin, el periodista que ha llegado de Bruselas con un par de compañeros tras seis años de serle vedada la entrada en Kosovo, preguntándose si estarían vivos, y dónde. Uno de los tipos formidables que ha mantenido la esperanza de su pueblo, desde las páginas del periódico Koha-Ditore editado en el exilio y repartido en los campos de refugiados, o desde las antenas de cuantas televisiones y radios europeas en lengua albanesa tuviera a mano. Se tocan, se abrazan, se cuentan la historia. Y de tanta emoción no logran dormir.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En