La joya que olvidaron los ladrones

El cartel de la exposición El arte egipcio en la época de las pirámides reproduce un fragmento de una escultura que presenta al faraón Mikerinos cariñosamente sostenido por su esposa, que le pasa un brazo por la cintura y con el otro le coge por delante el brazo izquierdo.Este doble retrato de la pareja real fue hallado por George A. Reisner en 1910. "Oscurecía, estábamos a punto de dar por concluida la jornada, cuando vino a buscarme el muchacho que excava en el agujero de los ladrones. Me dijo ¡ven! y allí, en el fondo, vi la cabeza de una figura femenina que acababa de emerger de la ...

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El cartel de la exposición El arte egipcio en la época de las pirámides reproduce un fragmento de una escultura que presenta al faraón Mikerinos cariñosamente sostenido por su esposa, que le pasa un brazo por la cintura y con el otro le coge por delante el brazo izquierdo.Este doble retrato de la pareja real fue hallado por George A. Reisner en 1910. "Oscurecía, estábamos a punto de dar por concluida la jornada, cuando vino a buscarme el muchacho que excava en el agujero de los ladrones. Me dijo ¡ven! y allí, en el fondo, vi la cabeza de una figura femenina que acababa de emerger de la arena. Era demasiado tarde para sacarla de ahí, pero de pronto se hundió la tierra que la rodeaba y apareció una cabeza masculina a su derecha: una pareja, un rey y una reina. Un fotógrafo se apresuró a captar el descubrimiento y una veintena de hombres armados se dispuso a pasar la noche haciendo guardia".

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El relato es del propio Reisner. Esta doble escultura de un metro cuarenta de alto no estaba dentro de la pirámide de Mikerinos, porque los ladrones de tumbas la habían sacado de su reposo eterno.

Luego, quizás al ver que las dos figuras no incluían oro o piedras preciosas, la abandonaron ahí, donde Reisner, siglos más tarde, había de encontrarla para llevársela a Boston. Mikerinos y su esposa escaparon pues a la codicia analfabeta de los ladrones árabes, pero no a la curiosidad imperial-intelectual de Occidente.

Hoy la pareja real es la joya de una exposición que incluye otras muchas maravillas: el bajorrelieve de Hezire, el jefe de los escribas, las esculturas en calcáreo de Sepa y Nesa, que aún conservan rastros de pintura, los brazaletes de la reina Heteferes, el cetro de Teti, las tallas de madera del sacerdote Meryere-hachetef o las estelas de Nefertiabet y Oupemnefret, que surgieron rutilantes de su tumba después de 4.000 años de encierro, puede que figuren, junto con la cabeza de Kefrén o la pareja Iab y Khouaout, con sus extraordinarios y detallados peinados, entre los elementos sin duda más llamativos de entre los 214 reunidos en el Gran Palais.

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