Tribuna

Después

En un interesante y bello texto sobre cuándo deciden algo las guerras (Survival, primavera de 1999) el historiador militar británico Michael Howard, maestro de varias generaciones, llega a una conclusión: "No es probable que una guerra, librada por la razón que sea, que no tenga como objetivo una solución que tome en cuenta los temores, los intereses, y, lo que no es menor, el honor del pueblo derrotado, decida nada por mucho tiempo". ¿Toma en cuenta esto la guerra en la que está cayendo la OTAN contra Serbia?Por la razón evocada por Howard, el después empieza a ser tan importante como ...

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En un interesante y bello texto sobre cuándo deciden algo las guerras (Survival, primavera de 1999) el historiador militar británico Michael Howard, maestro de varias generaciones, llega a una conclusión: "No es probable que una guerra, librada por la razón que sea, que no tenga como objetivo una solución que tome en cuenta los temores, los intereses, y, lo que no es menor, el honor del pueblo derrotado, decida nada por mucho tiempo". ¿Toma en cuenta esto la guerra en la que está cayendo la OTAN contra Serbia?Por la razón evocada por Howard, el después empieza a ser tan importante como el ahora, pues la manera de enfocar el futuro afecta al presente. Se pueden vislumbrar dos grandes posibilidades: unos Balcanes llenos de parches armados, o unos Balcanes más sensatamente ordenados. La dinámica, incluso antes del ataque de la OTAN contra posiciones militares serbias, lleva hacia unos parches inestables y muy costosos para Occidente. Después de iniciado el ataque, esta tendencia si la OTAN se ve obligada a ocupar Kosovo o un trozo de su territorio para defender a su población, por mucho que ahora no quiera contemplarlo. En Bosnia-Herzegovina hay desplegados 30.000 soldados de la OTAN y otros países; en Kosovo, si se consigue la aplicación del acuerdo de Rambouillet, habrá otros 28.000, y de otro modo posiblemente más; 10.000 más en Macedonia, ... Esta perspectiva supone, de hecho, establecer al menos dos protectorados internacionales, en Bosnia y en Kosovo, durante, ¿cuánto tiempo? ¿Tres, cinco, diez o cincuenta años? ¿Estamos dispuestos? ¿Se puede llamar una solución?

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Hay que ir pensando en una reestructuración de la zona, que logre vaciar de contenido el concepto mismo de soberanía territorial por el que tantos han muerto. La construcción europea lo ha logrado. Hoy, tal construcción, aunque incompleta, nos puede parecer algo dado, pero no lo era cuando empezó en 1950, sólo cinco años después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

El nuevo presidente designado de la Comisión Europea, Romano Prodi, ha pedido la convocatoria de una conferencia internacional sobre los Balcanes, lo que tendría la virtud complementaria de volver a atraer a Rusia a la cooperación y la normalidad. Si tuviera éxito, tal conferencia, u otros foros, podrían ir conduciendo hacia una reorientación general en la zona, con un nuevo futuro para Bosnia, para Serbia, y para todos, incluida una Croacia, cuyo régimen autoritario no hay que olvidar. De hecho, el "enfoque regional" es algo que viene propugnando la Unión Europea y que Felipe González propone reforzar, con un responsable a su frente.

González, que ha visto renovado su mandato como representante especial de la UE para la República Federal de Yugoslavia, viene propugnando desde hace tiempo, y ahora ha vuelto a hacerlo en el documento que le solicitó Schröder, la democratización y el respeto a las minorías en toda zona como condición para la estabilidad. De poco serviría un Kosovo autónomo, vecino de una Serbia dominada por un régimen como el de Milosevic. Con él, no puede haber solución regional. Con lo que, en parte, el objetivo de la OTAN de forzarlo a firmar Rambouillet se ha quedado obsoleto: cabe pensar que Rambouillet ya no vale, que habrá que buscar otra cosa, o al menos otros envoltorios.

Crear el clima para una reorganización balcánica requiere un buen lubricante en la forma de una especie de Plan Marshall para la zona, como el propuesto a principios de mes en Londres por Javier Solana bajo la forma de una "Asociación para la Prosperidad" en los Balcanes. Ese sería un excelente papel a cumplir por la UE, desaparecida en esta crisis. Albania ya es el país que recibe por habitante más ayuda de la Unión Europea. Hacer más para el conjunto de la zona es algo que sabe gestionar la Unión, si se le dan unos medios que resultarán mucho más baratos que cualquier otra alternativa. A la vez, hay que generar ilusiones de que un día, como los eslovenos mañana, puedan esos pueblos -también los serbios- integrarse en el tiempo europeo, en vez de verse separados por una marca excesivamente histórico-étnica. Los Balcanes son una zona de confluencia de muchas cosas; una Europa en miniatura. aortega@elpais.es

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