Crítica:

Una noche de gran cante

Luis de Córdoba había sido designado Patriarca Flamenco en esta cumbre, en reconocimiento a una trayectoria artística destacada y muy vinculada a la región. Pero el cantaor no vino porque la gripe continúa haciendo estragos. Así que el prestigioso galardón lo recibió en su nombre el manager Antonio Montoya.En consecuencia, la ausencia de Luis forzó a recomponer el programa contrarreloj, adelantándose una fecha la actuación de José de la Tomasa. Un cantaor pletórico de flamencura de la mejor ley que derrama en cada tercio de su cante. De la Tomasa es, antes que nada, un formidable aficionado, y...

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Luis de Córdoba había sido designado Patriarca Flamenco en esta cumbre, en reconocimiento a una trayectoria artística destacada y muy vinculada a la región. Pero el cantaor no vino porque la gripe continúa haciendo estragos. Así que el prestigioso galardón lo recibió en su nombre el manager Antonio Montoya.En consecuencia, la ausencia de Luis forzó a recomponer el programa contrarreloj, adelantándose una fecha la actuación de José de la Tomasa. Un cantaor pletórico de flamencura de la mejor ley que derrama en cada tercio de su cante. De la Tomasa es, antes que nada, un formidable aficionado, y esto se nota en su constante desvelo por preservar la integridad del cante en su ortodoxia, en su afán por perfeccionar el conocimiento de un arte que, como el flamenco, quizá nunca se comprende en su totalidad.

VI Cumbre Flamenca

Cante: Curro Piñana, Miguel Poveda, José de la Tomasa. Toque: Carlos Piñana, Chicuelo, Manolo Franco. Teatro Romea. Murcia, 23 de febrero.

José de la Tomasa cantó divinamente. Nada raro, pues es lo habitual en él. Un cantaor de una regularidad asombrosa que jamás defrauda. Lo hizo además con ese repertorio suyo en que no faltan los palos más comprometidos de lo jondo: soleares, siguiriyas -el cante que, dice él, es himno nacional de su familia-, tonás y otros. José da a cada estilo el aire que precisa e hizo unas alegrías con un sabor marinero magistral. Todo su recital fue de maestro, con la guitarra al lado de un Manolo Franco que dio también una lección del mejor toque.

Fue una noche redonda porque Curro Piñana y Miguel Poveda cantaron también de manera excelente. Curro brilló en los estilos que le son más próximos, los de esta tierra. Me da la impresión, sin embargo, de que elabora estos cantes demasiado de forma cerebral, en un afán de perfeccionismo que puede hacerles perder frescura.

Poveda, que hace unos días ha sacado un segundo disco muy bueno, demuestra una vez más haberse afirmado sólidamente como uno de los grandes valores del joven flamenco actual. Y entiéndase joven por lo que quiero decir, que se refiere exclusivamente a la edad del cantaor, sin connotaciones estéticas que en esta ocasión no son del caso.

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