Editorial:

Reforma sensata

CASI 40.000 agricultores se manifestaron ayer en Bruselas para protestar por los recortes que parecen inevitables dentro de la Política Agrícola Común (PAC), que devora la mitad del presupuesto de la UE. Esta reforma es un elemento esencial del nuevo marco presupuestario de la UE que se ha de acordar para los próximos siete años. La protesta agrícola, que se saldó con 13 policías heridos y una docena de manifestantes detenidos, convirtió a Bruselas en una ciudad sitiada, ocupada por manifestantes procedentes de muchas regiones europeas, con alambradas en torno al barrio que acoge a las ...

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CASI 40.000 agricultores se manifestaron ayer en Bruselas para protestar por los recortes que parecen inevitables dentro de la Política Agrícola Común (PAC), que devora la mitad del presupuesto de la UE. Esta reforma es un elemento esencial del nuevo marco presupuestario de la UE que se ha de acordar para los próximos siete años. La protesta agrícola, que se saldó con 13 policías heridos y una docena de manifestantes detenidos, convirtió a Bruselas en una ciudad sitiada, ocupada por manifestantes procedentes de muchas regiones europeas, con alambradas en torno al barrio que acoge a las sedes de la UE y masivos controles policiales. La sombra de las violentas manifestaciones de 1972, convocadas también para protestar por una de las incipientes reformas agrícolas, planeó ayer en torno al parque del CincuentenarioLas ayudas agrícolas y la PAC han sido siempre un foco de conflictos para las instituciones europeas, prueba evidente de que los ajustes y equilibrios entre subvenciones y producciones están mal resueltos en el ámbito comunitario. Los ministros de Agricultura analizan dos propuestas de recorte de las subvenciones. La francesa pretende reducirlas aproximadamente el 3% cada año; la alemana plantea que cada país pague el 25% de las subvenciones, como una especie de franquicia o de cofinanciación. Son los proyectos más radicales. España apoya una tercera propuesta, peor definida, asumida por la Comisión Europea, que asume un recorte paulatino de las ayudas fundamentado en la disminución del fraude.

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La reducción de ayudas agrícolas forma parte de la política de ahorro que defiende Alemania para acortar su contribución neta a la UE. No es un proceso ante el que haya que alarmarse ni que deba provocar reacciones histéricas. Es cierto que los recortes comunitarios pueden suponer para España un descenso de ingresos del orden de los 200.000 millones anuales; pero no lo es menos que la distribución de las ayudas y subvenciones tiene planteados otros problemas, además de la cantidad. Como, por ejemplo, una mejor distribución de las ayudas entre diversos productos o el aumento de una cuota de producción láctea, que es deficitaria en el caso español y genera multas absurdas pero muy cuantiosas.

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Éstas deben ser piezas clave de la reforma. En los próximos días, los ministros de Agricultura y los jefes de Estado y de Gobierno, en un Consejo informal que tendrá lugar el viernes, habrán de tener en cuenta que es mejor una política ampliamente pactada, que goce de los apoyos de todos los países de la UE y que permita afrontar en buena posición las negociaciones comerciales internacionales, que un acuerdo que satisfaga sólo a los grandes.

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