UN ASCETA DE LA ESCENA MODERNA

Muere Jerzy Grotowski, visionario de un teatro despojado de toda espectacularidad

El director y teórico polaco, de 65 años, vivía en su taller, alejado de los circuitos profesionales

Desnudez, despojo, pobreza, severidad, renunciamiento; y transgresión, intimidad, transubstanciación, ritualidad. Y "la vía negativa"... Ocho, diez palabras, aparecen continuamente en los textos que Grotowski entregó al teatro en los años sesenta, setenta. Quien me da la noticia de su muerte, me dice: "No sabía que era tan joven".Nació en 1933; pero había desaparecido mucho tiempo atrás. La edad de un artista no se cuenta desde que nace, sino desde que deja de aparecer, de ser tema, de estar en activo: y él estaba recluido en Pontedera, Italia, en el Centro de Trabajo Jerzy Grotowskj, donde r...

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Desnudez, despojo, pobreza, severidad, renunciamiento; y transgresión, intimidad, transubstanciación, ritualidad. Y "la vía negativa"... Ocho, diez palabras, aparecen continuamente en los textos que Grotowski entregó al teatro en los años sesenta, setenta. Quien me da la noticia de su muerte, me dice: "No sabía que era tan joven".Nació en 1933; pero había desaparecido mucho tiempo atrás. La edad de un artista no se cuenta desde que nace, sino desde que deja de aparecer, de ser tema, de estar en activo: y él estaba recluido en Pontedera, Italia, en el Centro de Trabajo Jerzy Grotowskj, donde recibía pequeños grupos a los que transmitía, ahora, la esencia de su método. Así se ha hecho más viejo de lo que era.

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Ya apenas tenía influencia; o, por más exactitud, había perdido toda la difusión y admiración que tuvo en la Polonia comunista. Es posible que en ese tipo de regímenes fuertes, duros y vigilantes se cree una escuela literaria y artística, resistente, antimaterial, y que se extinga con el sistema. Polonia fue riquísima con él, con Gombrowicz y sobre todo con Kantor, que supo hacerse internacional para el público, o para un gran público medio, mientras Grotowski se quedaba en una fuerza intelectual.

Humanidad

En España le amaban algunos creadores de teatro. Como a Brecht o al viejo Stanislawski, que fueron anteriores pero que, sin embargo, perduran. Era lógico, y éste, en los buenos años de Grotowski, era un país con un régimen bajo el cual el teatro era decorativo, enfático, clasista; cuando no burdo, zafio, subarte. Estoy empleando demasiado la palabra arte, o artístico, que era precisamente algo de lo que renegaba Grotowski; pretendía una elementalidad y una humanidad directa. No está sin embargo claro que la contracultura no sea, sobre todo, cultura, e incluso una sobrecultura, exquisita y difícil: ni que el teatro "despojado" de Grotowsk:i haya conseguido nunca ser un teatro desnudo.

Aquí se acudió a él como a uno de los clavos ardientes a los que agarrarse en medio del de sastre. No se consiguió, ninguno de los movimientos que se cultivaron, se iniciaron, se mezclaron o se hicieron híbridos en los históricos y nunca suficientemente reconocidos teatros de grupo, o de ensayo, pasaron al público. Eso sí, con Grotowski al frente alcanzó la destrucción de los "cuarenta años de teatro de la derecha", como decía el crítico de Triunfo, Monleón, pero no se pudo poner nada en su lugar. Así estamos. Y estamos, también, fuera de las otras escuelas teatrales que siguieron en el mundo.

La desnudez, decía Grotowsky, es una revelación del ser humano; si el teatro deja de ser lo que es estético, o lo que es público, y se convierte en el territorio en el que hemos de enfrentamos con nuestra propia realidad, si lo desvelamos, conseguiremos no solamente la desnudez de la piel, sino "de todo el hombre, del ser humano". Para ello, la base es la personalidad del actor. Es él, en tanto que "hijo del género humano": este "hijo del hombre" —fuera de todo concepto religioso— quien tiene que dar la prueba de la desnudez, la sexualidad, el desarme, la sinceridad: dentro de la integridad de ser humano. "Desnudo hasta el final, aun que en el ejercicio público de su acto esté velado por la ropa".

Filosofía

Prácticamente, esta filosofía del teatro —o de la misma filosofía, o de la poesía o la pintura: todo es aplicable en esas alturas del arte— había que verla en sus espectáculos: en los Faustos —el de Marlowe, el de Goethe, en las revisiones de Hamlet o en Calderón (El príncipe constante): pero pronto encontró que incluso en la representación, incluso en algunas obras maestras que consiguió con la escuela de actores, se podía crear la impureza; que el tópico y la repetición podrían empañar el resultado. Dedicó su taller a actividades parateatrales: se dedicó él mismo a la pedagogía, a las conferencias, a las lecturas y los libros. Como todos los grandes creadores de las artes, era irrepetible: cuando desaparecen, o cuando caen, es su obra la que queda, y pocas veces su teoría. Se aprende de lo que hizo más que de lo que dijo.

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