La conciencia de una generación

"A mí todo me transforma y en cambio yo no transformo nada", ha comentado Martin Walser en alguna ocasión. Esta sentencia revela la humildad y la discreción, dos rasgos bastante infrecuentes en un escritor, de uno de los autores alemanes más sobresalientes de este siglo. Nacido en 1927 junto al lago Constanza, frontera entre Alemania, Suiza y Austria en pleno corazón de Europa, la biografía y la obra literaria de Walser son un compendio de los horrores y las barbaries de un siglo, pero también devienen un testimonio de esperanzas y de anhelos, de confianza en la dignidad de las personas. La in...

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"A mí todo me transforma y en cambio yo no transformo nada", ha comentado Martin Walser en alguna ocasión. Esta sentencia revela la humildad y la discreción, dos rasgos bastante infrecuentes en un escritor, de uno de los autores alemanes más sobresalientes de este siglo. Nacido en 1927 junto al lago Constanza, frontera entre Alemania, Suiza y Austria en pleno corazón de Europa, la biografía y la obra literaria de Walser son un compendio de los horrores y las barbaries de un siglo, pero también devienen un testimonio de esperanzas y de anhelos, de confianza en la dignidad de las personas. La infancia vuelve a ser, una vez más, la verdadera patria de un escritor. En el caso de Martin Walser no podía ser de otro modo.Crecido en una Alemania sacudida por el auge del fascismo, llegado a la adolescencia en medio de la brutalidad de la guerra, Walser confesó en una entrevista con este diario en 1991: "La infancia es como la primavera en la vida y ese periodo estuvo rodeado, acosado por el fascismo. Fue el tiempo de Hitler. Fueron momentos muy difíciles para mí: la muerte del padre, la penuria económica... Todo ello destruyó mi capacidad para fiarme de los otros". Pero el hoy Premio de la Paz de los libreros alemanes se sobrepuso a la adversidad y, con el paso de los años y de libros como Caballo en fuga o Dorle y Wolf, se convirtió en una de las conciencias más críticas de su país, de un país dividido que simbolizó durante casi cuatro décadas las heridas de una guerra, la vergüenza de un muro. Compañero de viaje de los comunistas durante una época, pero demasiado liberal y humanista para los cánones estalinistas, Martin Walser derivó en un adalid de la reunificación democrática de Alemania que el escritor pudo contemplar con más de 60 años. En junio de 1989, apenas unos meses antes de la insospechada caída del muro en noviembre de aquel año, este intelectual germano declaraba su confianza en el futuro en el transcurso de una visita a España. "La prueba de que una Alemania reunificada", señaló, "no volvería a caer en el fascismo está en los 40 años de cotidiana práctica democrática". La Historia parece darle la razón, por ahora, a un escritor que ha sido comparado con los más grandes de la literatura alemana contemporánea como Thomas Bernhard o Günter Grass.

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Aunque el tiempo que le ha tocado vivir está presente en toda su obra, las novelas de Walser trascienden el presente para fabular sobre las grandes cuestiones de la literatura con mayúsculas. La lucha contra el tiempo, la búsqueda del amor o la angustia de la muerte son temas que le sirven a Walser para reflexionar sobre esa nada del presente que se abre como una sima entre los recuerdos del pasado y la zozobra por el futuro. "Martin Walser", ha escrito esta semana en la revista Der Spiegel el autor suizo Thomas Hürlimann, "recupera del recuerdo no las cosas, sino sus palabras, sus frases, sus imágenes, su significación". En una acertada metáfora, Hürlimann define como un blues la literatura de Walser.

Pese a que la mayoría de su obra ha sido traducida al español, el escritor que ayer recibió el Premio de la Paz en Francfort es un desconocido en nuestro país. El afrancesamiento tradicional de los intelectuales españoles o el american way of life actual han impedido a muchos lectores el disfrute de uno de los centroeuropeos más lúcidos de este siglo. Quizá, como ocurre en otras ocasiones, el galardón concedido ayer sirva para descubrir a un autor honesto y brillante que ha enunciado esta reflexión: "El escritor escribe porque le falta algo. Se tiene menos que otras personas. Una persona satisfecha no escribe, no lee". En las antípodas de esa autocomplacencia, Martin Walser ha ejercido de conciencia crítica de una generación de Alemania, de Europa entera.

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