Jesús del Pozo apunta su individualidad desde el espacio de una galería de arte

El modista escribe con su ropa un poema al desierto y al sol

Con un lleno total y una convocatoria de élite, Jesús del Pozo presentó ayer en la galería Marlborough de Madrid su propuesta de colección para la primavera-verano de 1999. Sin cortar en ningún momento inspiración y fantasía, la buena costura se impuso sobre los condicionantes terrenales del vestido: una terminación milimétrica, una gama refinadísima y un dibujo de talante maduro y poético merecieron un aplauso unánime.

Con un calor asfixiante, entre focos y conocidos, temperatura que parecía parte del decorado ambiental, el modista madrileño Jesús del Pozo demostró ser el más lírico en...

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Con un lleno total y una convocatoria de élite, Jesús del Pozo presentó ayer en la galería Marlborough de Madrid su propuesta de colección para la primavera-verano de 1999. Sin cortar en ningún momento inspiración y fantasía, la buena costura se impuso sobre los condicionantes terrenales del vestido: una terminación milimétrica, una gama refinadísima y un dibujo de talante maduro y poético merecieron un aplauso unánime.

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Con un calor asfixiante, entre focos y conocidos, temperatura que parecía parte del decorado ambiental, el modista madrileño Jesús del Pozo demostró ser el más lírico entre los hombres de la aguja española. Su colección primavera-verano 1999 no buscaba, salvo raras excepciones, hallazgos concretos, sino un profundo sentido del conjunto, lo que se manifestaba desde el dibujo preliminar de las piezas hasta los materiales escogidos para su plasmación.Un trabajo soberbio de peluquería y maquillaje de aire étnico establecía las pautas de un canto a la tierra solar y al inclemente viento del desierto, todo ello a través del punto de seda, la propia seda en tratamientos semirrústicos y leves. Un crochet artesano y un espectro de tejidos que también se volvían delicadamente a la parte más árida de lo que entendemos por espíritu mediterráneo (el mar solamente está sugerido in extremis en el horizonte final del desfile, con un último traje basado en una capa de recortes rizados, de organza cristal que degradan de azules profundos a verde agua); las vibraciones de esos tejidos sacados de la más estricta naturaleza daban a las modelos un aire ensimismado y solitario, apenas coloreadas por la seda salvaje, la rafia tejida como encaje, el sisal rebajado hasta hacerlo ondular y la áspera arpillera llevada a un maridaje insólito con la gasa y sus pliegues más naturales. Había un aire de serenidad personalísimo del autor, y los colores caldera, ocre, siena, yeso o albero disfrutaban sobre unos vestidos donde también había algo del Japón antiguo en cuellos, derrame de hombros y un cruzamiento de cortes y cierres en diagonal, en los que podía adivinarse una espléndida cultura del corte.

Casi al final vino la serie más sorprendente de apenas tres trajes, que arrancó espontáneos aplausos en el variopinto público: se trataba de un homenaje a la escultura: Brancusi y Boccioni articulando un zigzag mórbido a la vez que consistente. Del Pozo ha ideado una combinación a base de capullos de seda prensados, unidos por fibra natural de piña y el resultado es sorprendente en su armonía repetitiva y volumétrica.

Decisión artística

Desde la entrada un comentario generalizado sobrevoló cual rumor no inocente toda la velada: qué ha llevado a Jesús del Pozo a abandonar la Pasarela Cibeles y hacer coincidir, tan espectacularmente y en competencia, su desfile privado con el evento oficial.El modista responde relajadamente entre felicitaciones: "No ha pasado nada, simplemente he preferido la individualidad y el despliegue personal que puedo permitirme en un desfile de estas características. No hay conflictos, sino una decisión artística solamente mía". Quien parece que no pensaba lo mismo por su adusto gesto durante todo el desfile era Leonor Pérez Pita, que apenas se inmutó ante los más deslumbrantes modelos que pasaban rozando sus rodillas.

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