Kohl intenta relanzar su partido ante las elecciones

La Unión Demócrata-Cristiana (CDU), la fuerza vertebradora de la coalición conservadora-liberal que gobierna en Alemania, inicia hoy su último congreso antes de las elecciones legislativas del próximo 27 de septiembre en un clima de fin de época. A sus 68 años, Helmut Kohl se empeña en continuar en el puesto donde permanece desde hace 16, pese a los signos de cansancio de la sociedad y la falta de ideas nuevas para abordar los problemas de ésta.

El congreso permitirá ver en qué medida la estrategia de la CDU contra el SPD va a centrarse en torno al tema de los «calcetines rojos» (colabo...

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La Unión Demócrata-Cristiana (CDU), la fuerza vertebradora de la coalición conservadora-liberal que gobierna en Alemania, inicia hoy su último congreso antes de las elecciones legislativas del próximo 27 de septiembre en un clima de fin de época. A sus 68 años, Helmut Kohl se empeña en continuar en el puesto donde permanece desde hace 16, pese a los signos de cansancio de la sociedad y la falta de ideas nuevas para abordar los problemas de ésta.

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El congreso permitirá ver en qué medida la estrategia de la CDU contra el SPD va a centrarse en torno al tema de los «calcetines rojos» (colaboración entre el Partido Socialdemócrata (SPD) y el PDS, de los postcomunistas de la ex RDA). El secretario general de la CDU, el licenciado en teología y párroco Peter Hintze, desempolvó la consigna la semana pasada y ha utilizado los acontecimientos políticos en el Estado de Sajonia-Anhalt, donde el SPD se dispone a formar un gobierno de minoría tolerado por los poscomunistas de la RDA, para acusar al SPD de colaborar con la izquierda radical.La manida estrategia, ya utilizada en 1994, ha dividido a la CDU, y, según el semanario Der Spiegel, tiene escasas posibilidades de éxito. El tema produce rechazo en el este del país y no interesa en el Oeste, ha señalado el presidente del SPD, Oskar Lafontaine, quien, al igual que el candidato a canciller del SPD, Gerhard Schröder, ha acabado aceptando que sus correligionarios del Este impusieran sus propios criterios. De entrada, ni Lafontaine ni Schröder eran partidarios de colaborar con el PDS a escala regional.

Kohl, que se considera irremplazable para concluir la transición de su país hacia la Unión Monetaria, ha perdido popularidad en su país y especialmente en el Este, la ex República Democrática Alemana, que se resiente del problema del paro. El canciller se enfrenta a las lealtades flaqueantes de dirigentes de su propio partido. Estos se expresaron por última vez abiertamente en los foros internos en enero pasado, pero callaron más tarde, intimidados, cuando, a fines de abril, el líder quiso averiguar si las derrotas de la CDU en los comicios regionales cuestionaban su propia candidatura.

El canciller tiene que vérselas además con problemas entre los socios de la coalición con los social-cristianos de Baviera (CSU) y los liberales del FDP, que a la vista de las encuestas tratan de conservar bazas independientes para el futuro. El periódico sensacionalista Bild, en su edición dominical, afirmaba que el canciller se enfrenta hoy al discurso más importante y más difícil de su vida.

Según Bild, si Kohl no consigue levantar del asiento a su propia gente, tampoco conseguirá captar a los electores el 27 de septiembre próximo. Si la CDU no se orienta hacia la opinión pública, señalaba el periódico, el paisaje político puede cambiar de forma radical antes de las elecciones, ya que un partido que tiene un 35% de los votos ya no es ni siquiera un socio de coalición para los liberales. El diario se refería a las últimas encuestas, el barómetro político de la cadena de televisión ZDF, que el viernes cifraba la popularidad de la coalición de SPD y los Verdes en un 51% (43 puntos correspondían a los socialdemócratas), 11 puntos por encima de la coalición de la CDU-CSU con los liberales, que conjuntamente se quedaban en un 40% (35 puntos de este resultado correspondían a la CDU).

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En la pugna entre Kohl y su rival socialdemócrata, Gerhard Schröder, el primero obtuvo una puntuación del 26%, mientras el segundo, con un 65%, le sacó 39 puntos de ventaja al actual canciller.

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