Crítica:TEATRO

Una tarde con Nuria Espert

Da gusto estar en el teatro con Nuria Espert. Es algo que se va haciendo extraordinario: una primera actriz. Es decir, una mujer que llena el escenario, que recibe todas las luces, que centra todas las miradas, haga lo que haga.Aquí hace de María Callas en la suposición de una de las clases magistrales de la soprano en Nueva York; yo me encuentro más con Nuria Espert contándome cosas de la Callas, y en algún momento sumándose a su tragedia y viviéndola, con el rostro arrasado en lágrimas y los años viniéndosele encima; y en otros momentos, impertinente y diva.

El texto no va muy allá. E...

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Da gusto estar en el teatro con Nuria Espert. Es algo que se va haciendo extraordinario: una primera actriz. Es decir, una mujer que llena el escenario, que recibe todas las luces, que centra todas las miradas, haga lo que haga.Aquí hace de María Callas en la suposición de una de las clases magistrales de la soprano en Nueva York; yo me encuentro más con Nuria Espert contándome cosas de la Callas, y en algún momento sumándose a su tragedia y viviéndola, con el rostro arrasado en lágrimas y los años viniéndosele encima; y en otros momentos, impertinente y diva.

El texto no va muy allá. Escrito como una típica construcción teatral americana, con los trucos y las escenas que se enseñan en las escuelas de escritores. O sea, bien hecho. El personaje es simpático, como tiene que ser, y nos ponemos de su parte.

Master Class

De Terence MacNally, versión de Fernando Masllorens y Fedenco González del Pino. Intérpretes: Nuria Espert, Juan Miguel Maurani, Noelia Pérez, Muntsa Rius, José Alberto García, José María Otero. Dirección: Mario Gas. Madrid: Teatro Marquina.

En las clases aparecen alumnos y cantan: son gente joven, agradable y cantan bien; a lo lejos, a veces, se escuchan las grabaciones de la Callas mientras ella recuerda momentos de su vida, patéticos o sentimentales. Como está mandado, las luces desaparecen, el foco acaricia el rostro de la actriz, se escucha al fondo la bellísima voz de la cantante dramática, y el relato, la evocación, el dolor, la simpatía activa, mueven al espectador. Con el debido nudo en la garganta. O sea, un trabajo bien hecho por una actriz eminente, que no abusa de sus poderes sobre el público, sino que los administra con arte. Últimamente es difícil estar a gusto: se agradece.

Gusto y calidad

La dirección mantiene ese gusto y esa calidad. El decorado es breve y sugerente; en un momento, una transparencia nos remite al teatro de la Scala de Milán, pero no se abusa de las fantasmagorías; las luces psicológicas -o sea, las que son innecesarias para la visión del drama, pero subrayan momentos o aíslan situaciones- están bien dadas, el piano muy bien tocado por Juan Miguel Murani, y las voces de los alumnos de canto Noella Pérez, Muntsa Rius y José Alberto García son muy buenas: oiremos hablar de ellas. Hubieran merecido más aplausos, pero se hubiera roto la situación teatral.Al público le gustó mucho la obra; pero un público de preestreno es siempre más tímido y más comedido que los estrenos y las funciones posteriores. El teatro Marquina ha salido muy bien de unas largas obras: con una elegancia burguesa muy teatral, muy confortable. Merecerá una buena programación: la ha empezado bien.

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