Crítica:FLAMENCO

Baile de laboratorio

Israel Galván es, seguramente, el más firme exponente de un baile que la modernidad de concepción y ejecución está, casi, convirtiendo en otra cosa. Mientras lo contemplaba me vino a la cabeza el titular: baile de laboratorio. Es decir, baile extremadamente racionalizado y elaborado, como si de una fórmula magistral se tratara. Nada se deja al relativo azar de la inspiración o del sentimiento jondo, no se baila una música, la música se crea a la medida de lo que el bailaor-coreógrafo diseña sobre una imaginaria pizarra.Israel Galván, sobre su propio esquema, ejecuta con precisión cronométrica ...

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Israel Galván es, seguramente, el más firme exponente de un baile que la modernidad de concepción y ejecución está, casi, convirtiendo en otra cosa. Mientras lo contemplaba me vino a la cabeza el titular: baile de laboratorio. Es decir, baile extremadamente racionalizado y elaborado, como si de una fórmula magistral se tratara. Nada se deja al relativo azar de la inspiración o del sentimiento jondo, no se baila una música, la música se crea a la medida de lo que el bailaor-coreógrafo diseña sobre una imaginaria pizarra.Israel Galván, sobre su propio esquema, ejecuta con precisión cronométrica todo lo que antes ha imaginado. Frío, imperturbable, sin que su expresión cambie baile lo que baile, sea soleá, siguiriya o bulería por soleá. Podría ser un robot, una máquina, si no fuera por la inteligencia y la complejidad de su trabajo. Porque Galván es uno de los más extraordinarios bailaores jóvenes de este momento. Manuel Soler le da la réplica necesaria en la percusión para afrontar un trabajo técnico impresionante, pero la técnica no basta cuando de arte se trata.

Flamenco viene del sur

Baile: Belén Maya e Israel Galván. Teatro Lara. Madrid, 9 de marzo.

Más pegada al baile flamenco clásico, Belén Maya, bailaora muy preparada y de gran clase, cae también en los excesos de la técnica, en esos excesos gestuales que quitan humanidad al baile flamenco y lo acercan al descoyuntamiento corporal. Lo más preocupante de todo esto es la pérdida de emoción, porque, sin ella, el flamenco se queda huérfano de uno de sus rasgos definitorios.

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