Hacer la 'mili' con la guerrilla

Un jefe de las FARC que el pasado año asistió en Cartagena del Chairá a la ceremonia de la devolución de 60 soldados secuestrados durante diez meses, recibió la visita de un campesino que le pedía ayuda para hacer de su hijo un hombre de provecho. "Comandante, el chico no hace sino jugar al billar y tomar aguardiante en las cantinas del pueblo. Quisiera que prestara el servicio militar con ustedes para enderezarlo", vino a decirle. "El jefe guerrillero me contó lo que le habían pedido y yo, aunque soy colombiano, me quedé impresionado por lo que eso significa", dijo a este enviado u...

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Un jefe de las FARC que el pasado año asistió en Cartagena del Chairá a la ceremonia de la devolución de 60 soldados secuestrados durante diez meses, recibió la visita de un campesino que le pedía ayuda para hacer de su hijo un hombre de provecho. "Comandante, el chico no hace sino jugar al billar y tomar aguardiante en las cantinas del pueblo. Quisiera que prestara el servicio militar con ustedes para enderezarlo", vino a decirle. "El jefe guerrillero me contó lo que le habían pedido y yo, aunque soy colombiano, me quedé impresionado por lo que eso significa", dijo a este enviado un colega en Tres Esquinas.

La lucha castrense contra las guerrillas de las FARC o del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuyos jefes frisan los 70 años, es compleja y difícil. El alejamiento de la presencia del Estado de los extensos territorios donde asentaron sus reales hace de ellas una referencia institucional, y de alguna manera sustituyen al Estado.

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Pese al importante aumento presupuestario, mandos militares destacan que no pueden controlar todas las esquinas de un país de casi 1,2 millones de metros cuadrados, la mitad selvas y montañas escasamente pobladas.

Entre otros equipos, demandan comunicaciones por satélite, más helicópteros y mejor armamento. El ex guerrillero del M- 19 Antonio Navarro Wolff, candidato en la consulta de hoy, opina que, a la vista del último desastre y de la mayor capacidad bélica insurgente, el mando castrense tiene dos opciones: abandonar la zona rural del sureste, y concentrar las tropas en las ciudades, o saturar de soldados las selvas, agrupándolos en unidades cercanas entre sí para evitar ser atacadas.

Wolff, como la mayoría de los colombianos, apuesta por la negociación. "Desde la perspectiva guerrillera, difícilmente pueden estar en una posición más favorable para negociar. A menos que crean de veras que pueden derrotar totalmente al estamento político, económico y militar del país. Ello sería una ilusión".

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