Crítica:LÍRICA

El tenor de los tenores

El nuevo Real vivió ayer su primera noche de éxito total. Cantaba Kraus -el "cuarto tenor", escribía con admiración hace unos días Andrew Clark en el Financial Times- algunas de las páginas que mejor han definido su personalidad. Era lo de siempre, efectivamente, pero en un contexto que magnificaba al tenor canario: con 70 años cumplidos (¡qué ejemplo de dosificación e inteligencia en la administración de sus recursos vocales!); después de la muerte de su esposa (el dolor del tenor fue algo que flotó en la sala); en su primera intervención en un Real que ha racaneado -con el equi...

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El nuevo Real vivió ayer su primera noche de éxito total. Cantaba Kraus -el "cuarto tenor", escribía con admiración hace unos días Andrew Clark en el Financial Times- algunas de las páginas que mejor han definido su personalidad. Era lo de siempre, efectivamente, pero en un contexto que magnificaba al tenor canario: con 70 años cumplidos (¡qué ejemplo de dosificación e inteligencia en la administración de sus recursos vocales!); después de la muerte de su esposa (el dolor del tenor fue algo que flotó en la sala); en su primera intervención en un Real que ha racaneado -con el equipo actual y con Lissner- su participación en una ópera.Kraus reivindicó una vez más el papel del tenor como rey de la lírica. La pureza de estilo, el concepto belcantista, la manera de regular, la limpieza del fraseo, adquieren en el artista canario una dimensión tan impecable que casi se percibe como estratosférica. La elegancia con que acometió el aria Tombe degli avi miei de Lucía de Lamermoor o el sentimiento desde la técnica que dio al Lamento de Federico de Cilea fueron tan asombrosos que uno puede pensar que está asistiendo a un sueño de carnaval.

Alfredo Kraus

Arias de La hija del regimiento, Martha, La tabernera del puerto, Lucía de Lamermoor, La arlesiana y Werther. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Rolf Reuter. Teatro Real. Madrid, 21 de febrero

La actuación de Kraus ayer en Madrid fue mucho más que un recital lírico. Fue un homenaje popular. A Kraus se le recibió con bravos y aclamaciones -como la leyenda del canto que ya es- y se le despidió con un delirio de ovaciones.

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