Tribuna:LA BASURA NUCLEAR

Residuos radiactivos: abriendo la polémica

De sde el pasado mes de febrero viene reuniéndose en el Senado la Ponencia para el estudio de la problemática de los Residuos Radiactivos en España. Por ella están pasando especialistas, personalidades científicas, ecologistas, etcétera. Sin embargo, muy poco se sabe sobre los trabajos de la citada ponencia y mucho menos de las opiniones vertidas en ella por los ponentes. Se anuncia que una vez terminados sus trabajos se darán a conocer sus resultados, que, seguramente, consistirán en un informe de recomendaciones sobre la conveniencia de elaborar una Ley de Emplazamientos que permita ...

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De sde el pasado mes de febrero viene reuniéndose en el Senado la Ponencia para el estudio de la problemática de los Residuos Radiactivos en España. Por ella están pasando especialistas, personalidades científicas, ecologistas, etcétera. Sin embargo, muy poco se sabe sobre los trabajos de la citada ponencia y mucho menos de las opiniones vertidas en ella por los ponentes. Se anuncia que una vez terminados sus trabajos se darán a conocer sus resultados, que, seguramente, consistirán en un informe de recomendaciones sobre la conveniencia de elaborar una Ley de Emplazamientos que permita desarrollar las investigaciones para la construcción de -un Almacenamiento Geológico Profundo (AGP) destinado a acoger durante decenas de miles de años los residuos radiactivos de alta actividad. (Nada novedoso, en 1991 Francia decidió algo similar).Con el debido respeto a las Cámaras legislativas, que como máximas representantes de la soberanía española habrán de discutir en su momento la solución a los residuos radiactivos, pero consciente de que es un error -nuevamente- la política secretista en materia nuclear, es necesario abrir la polémica que a buen seguro se ha de suscitar en el momento en que se conozcan los resultados de la citada ponencia.

Es conocido que la mayor parte de la opinión pública estima que la energía nuclear, siendo ya una industria madura, no sabe cómo resolver el problema de sus residuos. Esta opinión no responde a la realidad. La razón de su persistencia no es otra que la falta de comunicación entre los científicos e ingenieros, encargados de las soluciones al problema y el resto de la sociedad. El sector nuclear sigue considerando que la mejor política de comunicación en este campo es la ausencia de la misma. Siempre ha ido por detrás de los hechos y ha sido una política de información reactiva.

Desgraciadamente para este negocio, la energía nuclear se ha convertido en una especie de secta religiosa vedada a los no iniciados. Sin embargo, el tema de los residuos radiactivos es demasiado importante como para dejarlo en manos únicamente de los sacerdotes de la secta. Por cierto, y para desmitificar un poco, no conviene olvidar que hoy el problema nuclear es, básicamente, un problema financiero.

Hay un hecho que sí se debería resaltar: hoy mismo, existen soluciones para la gestión de todos los tipos de residuos radiactivos que se generan en España. En efecto, la gestión de los de baja y media actividad está garantizada con la construcción del almacenamiento de El Cabril. Esta instalación goza de reconocimiento internacional y permite a los españoles seguir disfrutando de todas las ventajas de la medicina nuclear o de los avances en la investigación derivados del uso de materiales cuyo residuo se califica como de media y baja actividad

En cuanto a los residuos de alta actividad, su gestión también queda garantizada por la posibilidad de su almacenamiento en las piscinas de lascentrales nucleares. Y cuando estas sean insuficientes, ya se ha desarrollado la tecnología que permite su almacenamiento en contenedores en seco cuyo uso está aprobado por el Consejo de Seguridad Nuclear español y por su homólogo de Estados Unidos. Por cierto, que en este país ya se ha autorizado a la central de Surry para que durante los próximos 50 años (prorrogables durante otros 50) se utilice esa tecnología para gestionar los residuos de alta actividad.

¿Y después? Frente a los defensores de la construcción de un AGP como única solución posible, se puede pensar en la existencia de otra: el tiempo. Esta variable nos permite aguardar con confianza en la aparición de tecnologías que permitan evitar su almacenamiento en las entrañas de la tierra. Por cierto, para esto sólo es necesario reconocer humildemente que pueden existir otras posibilidades en lugar de aceptar la verdad de fe revelada de que la única solución es el AGP. Es bueno recordar que la industria nuclear ya tomó en su momento una decisión acelerada y bendecida como la única posible para la gestión de los residuos de baja y media actividad: "almacenamiento submarino" en una fosa atlántica de bidones de tales residuos. Esta "solución. única" ya está abandonada.

Se viene repitiendo hasta la saciedad que el único problema para la construcción de un AGP es de opinión pública. ¿No será que ha sido generado por una política informativa equivocada diseñada con desprecio hacia los no creyentes en la fe nuclear? Pero además porque la inversión necesaria para licenciar y construir un AGP sigue siendo de un volumen elevadísimo, pero muy impreciso, que lleva a los responsables políticos a cuestionarse la utilización de esos recursos en una obra faraónica que no podrá admirarse por las generaciones futuras puesto que estaría a cientos de metros de profundidad. Conviene recordar que en los últimos 20 años, el gasto en estudios, destinados sólo a la demostración sobre el papel, de la viabilidad de un AGP, ha sido de 20.000 millones de dólares (casi tres billones de pesetas). Y hoy todavía ningún país ha presentado ante el órgano de seguridad correspondiente un proyecto de licenciamiento para una instalación de tal tipo.

Es lícito preguntarse si los costes futuros de la gestión de residuos radiactivos justifican continuar con esa tecnología. En efecto, el coste estimado de la limpieza de las instalaciones del complejo militar de Hanford en el sureste del Estado de Washington será de 50.000 millones de dólares. Este magno proyecto de obra pública no está destinado a albergar ningún centro de tecnología avanzada. Apenas si habrá otra cosa, cuando se haya finalizado, que millones de toneladas de residuos nucleares recluidos en una extensa meseta.

En esta situación sólo cabe ser decididos y valientes. Decididos para estimular tecnologías hoy incipientes, como la de separación y transmutación de elementos radiactivos, a la que Francia dedica este año 400 millones de francos frente a nuestros 50 millones de pesetas, y valientes para justificar el gasto realizado hasta el momento en un proyecto como el del AGP, del que hasta ahora ningún ciudadano ha percibido sus bondades. Si se excluye, claro está, a todos los que viven -o esperan vivir- de él (ingenierías, consultoras, constructoras, fabricantes de bienes de equipo ... ).

Es evidente que las soluciones temporales de almacenamiento permiten vislumbrar el futuro con optimismo y sin riesgo alguno para el medio ambiente. El Almacenamiento Temporal Centralizado en superficie, basado en la tecnología de los contenedores en seco, permite, por coste y plazo, esperar activamente al desarrollo de una nueva tecnología diferente al AGP. Pero es más, si eso no llegara siempre podría recurrirse a su confinamiento geológico.

Y llegados a ese punto, ¿por qué construir decenas de AGP si todos los residuos radiactivos hablan el mismo idioma?, ¿por qué no construir sólo uno o dos almacenamientos en el mundo? Piénsese que el combustible gastado por todas las centrales nucleares en operación a lo largo de su vida útil será de unas 400.000 toneladas; de ese total, la aportación española será de unas 8.000 toneladas. No parece lógico que, si la UE adopta una moneda única y desarrolla un ejército y una política exterior común, sólo los residuos nucleares sean de "obligado nacionalismo". Y conviene tener presente que los costes de estas instalaciones no son escalares: el almacenamiento de 50.000 toneladas no cuesta la mitad que el de 100.000 ni el doble que el de 25.000.

Finalmente, habría que preguntarse por qué sólo en este campo se tiene en cuenta el futuro y nadie se plantea el no acabar con las reservas de otros combustibles o especies animales que no disfrutarán nuestros descendientes. Lo ético es asumir que nuestra solución no es única -y eso implica una gran dosis de humildad-, y transmitir a la generación futura el estado de nuestras investigaciones y los recursos necesarios para continuarlas.

José A. Pina Barrio es economista. La tribuna resume su intervención en la Ponencia sobre residuos radiactívos creada en el Senado.

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