Tribuna:CRÓNICAS: JUAN CRUZ

Un par de cañas

Nadie discute y es que nadie escucha. No pasa nada. Este país se parece a una tarde de domingo, a los sucesos anodinos que narraba Rafael Sánchez Ferlosio en El Jarama y también al paisaje dibujado por aquel Fukuyama sobre el final de la historia. ¿Era así el final de la historia? Como dice Javier Solana, ya no hay enemigos, y por tanto todo vale, incluso lo que no vale, y como dice Juan Luis Cebrián el periodismo que hacemos es peor que el que hicimos. Es la respuesta posmoderna, la prolongación del tedio, de la autocomplacencia, el fin de la autocrítica, la autosatisfacción universal....

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Nadie discute y es que nadie escucha. No pasa nada. Este país se parece a una tarde de domingo, a los sucesos anodinos que narraba Rafael Sánchez Ferlosio en El Jarama y también al paisaje dibujado por aquel Fukuyama sobre el final de la historia. ¿Era así el final de la historia? Como dice Javier Solana, ya no hay enemigos, y por tanto todo vale, incluso lo que no vale, y como dice Juan Luis Cebrián el periodismo que hacemos es peor que el que hicimos. Es la respuesta posmoderna, la prolongación del tedio, de la autocomplacencia, el fin de la autocrítica, la autosatisfacción universal. España se parece a un partido del Celta con el Logroñés, con todos los respetos para el Celta y para el Logroñés. El único pensador que queda es Forges, o Máximo, o Peridis. Incluso Miguelito, o, por supuesto, Manolito Gafotas, el personaje de Elvira Lindo, que además ahora deja Carabanchel Alto, se traduce al francés y se hace película, y, claro, Savater, que es el filósofo más claro. ¡Y cuánto se añora el pensamiento de Perich! Se ha instalado la facilidad: tanto tienes tanto vales. La respuesta posmoderna, ya te digo. Todos dicen lo mismo, y con el mismo tono, da igual que sea un viaje del Rey a Sestao o un comentario incendiado de Carrascal: todo tiene el mismo objetivo, dejar plana la vida, hacerla monocorde. Un partido de regional, ya te digo. Por ejemplo, díme cómo se llama ahora un movimiento literario, o artístico, qué es lo que vale. Todo es posmoderno, individual y chato. Todo es nada, y perdona la contradicción de los términos. Llevados por esa facilidad que existe hoy, en que la cucaña se llena del aceite de los bombos mutuos, es un trasiego endogámico de egos en el que todo pasa a la velocidad de los suspiros, los que dejan de existir dejan de existir para siempre. ¿Qué jóvenes se acuerdan ahora de aquellos que estuvieron antes? ¿Quiénes son los maestros, si todos se sientan ya en la misma mesa y se guiñan un ojo cómplice cuando se van los amigos que de pronto tienen espalda de enemigos? Ya te digo, se parece todo a una tarde de domingo, con fútbol incluido, una vida sin incidentes, un nouveau roman, El Jarama, momentos culminantes del retrato español que hay en El gran momento de Mary Tribune, de Hortelano. El fin de la historia. Quítate tú para ponerme yo pero sin traer nada en la cabeza. Se puede ver por los periódicos: cuando la movida las cosas se movían; es posible que se movieran mal, incluso braba un entusiasmo, una pasión, como si se estuviera escribiendo el principio de la historia. El final de la historia en una tarde de domingo. ¿Y el 98? ¿Tú ves a alguien pensando en el 98? ¿Que ya está bien de conmemorar? Probablemente, pero ¿y dónde están las alternativas que nos saquen de la modorra, qué nos pone a pensar? Ya ves: los políticos se insultan entre ellos, y los periodistas también, y después los columnistas le sacan a eso tajada para un mes, sentados en sus casas, pontificando, destruyendo a diestro y siniestro el periodismo contemporáneo, poniéndose como espejos a multitud de chicos que a la salida de la escuela, o de la facultad, quieren parecerse a la caterva vociferante. Es El Jarama este país, ya te digo: es una novela en la que lo único que sucede es que una chica se ahoga, pero lo que pasa en todo el libro es la vida española de los cincuenta y eso no se desprende demasiado de lo que es la vida española del final de siglo. ¿El final de siglo? ¿Pasará algo nuevo a partir del final de siglo? Pasará, como dice Álvaro Pombo, que seguirá la falta de sustancia, aquel título suyo tan sugerente, porque los, pensadores, excepto tres o cuatro, o incluso cinco, están ocupados en parecerse a los colunmistas, y los colunmistas, los columnistas de humo, están empeñados en parecerse a los filósofos. Miguel de Unamuno no hubiera colado un artículo ni de coña en la prensa de hoy. ¿Y Europa? Bah, pasa lo mismo; lo único que sucederá es que perderemos el tacto de la peseta; nos asociaremos a su aburrimiento, seremos todos más iguales, con una diferencia: no habrá más bibliotecas públicas y en eso no nos pareceremos a casi nadie. ¿Tú sabías que en Santiago de Compostela, que es una ciudad con una universidad más que centenaria, no tienen bibilioteca pública? ¿Que Santiago no tiene biblioteca pública? ¿Y qué hace la Xunta con todo el dinero? La Xunta, el Estado y la madre que los parió. No hay biblioteca pública en Santiago: ésa es la respuesta postmoderna. En este país seguimos más de cerca el acontecimiento que el cimiento. Somos más de rompe y rasga, como decía mi madre, que de construcción, que decía Chico Buarque. Pasamos de la nada al Real y en medio no hay conservatorios bien dotados. Le enseñamos a la gente a conversar. insultando, porque eso es lo que ven en la tele y lo que leen en los periódicos. ¿Y a qué viene tanto pesimismo, si aún es sábado? Es verdad, pero mañana es domingo y a mí esto me recuerda cada vez más a lo que pasa, o no pasa, en El Jarama, qué quieres que te diga. Pues nada, págate otra caña a ver si se nos hace leve el tiempo que queda de aquí al día, que decía Cervantes. Pues que sean dos cañas.

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