Cartas al director

Otro idiota de izquierdas

Es probable que el magnífico artículo de Antonio Muñoz Molina, en su espacio Travesías (25 de septiembre) de este periódico, sirva como testimonio universal de un ser multitudinario que aún cree posible la utopía del amor al prójimo, el empedrado sueño de la solidaridad, la fugaz encarnadura de la justicia. En ese artículo, que suscribo hasta la última coma, Muñoz Molina intenta trazar con algunas migas de la historia el terrible camino que hubo que recorrer para lograr algunas conquistas sociales que hoy parecen perogrulladas.Y lo hace frente a la impunidad maniquea de tres mosqueteros...

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Es probable que el magnífico artículo de Antonio Muñoz Molina, en su espacio Travesías (25 de septiembre) de este periódico, sirva como testimonio universal de un ser multitudinario que aún cree posible la utopía del amor al prójimo, el empedrado sueño de la solidaridad, la fugaz encarnadura de la justicia. En ese artículo, que suscribo hasta la última coma, Muñoz Molina intenta trazar con algunas migas de la historia el terrible camino que hubo que recorrer para lograr algunas conquistas sociales que hoy parecen perogrulladas.Y lo hace frente a la impunidad maniquea de tres mosqueteros que acaban de publicar la Biblia que n,ecesitaba el ultraliberalismo. Alvaro Vargas Llosa, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner, autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano... y español, han decidido que ya está bien de la fábula del capitalismo como creador de pobreza, que ya está bien de echarle

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siempre la culpa al imperialismo yanqui (sobre todo en Latinoamérica), que no se puede estar llorando siempre por el mismo hambre, la misma miseria, las mismas enfermedades y la misma muerte. Y tal vez tengan razón. Tal vez la Escuela de las Américas no entrenaba a militares latinoamericanos para que torturaran, asesinaran y desaparecieran a miles de personas que no estaban muy de acuerdo con la dictadura de turno. Tal vez la CIA no tuvo nada que ver con la caída de Salvador Allende y tampoco con los sangrientos sabotajes en la Nicaragua sandinista, las matanzas de campesinos en Guatemala o el asesinato de los jesuitas en El Salvador. Tal vez los cuerpos desnudos y dormidos que caían al río de la Plata y al océano Atlántico desde aviones militares argentinos no fueron más que propaganda ultraizquierdista para atentar contra el orden y las buenas costumbres. Pero lo que es cierto es que hoy mismo, en este minuto, ese imperialismo inexistente acaba de matar a otro niño en alguna parte del mundo.-

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