Editorial:

Abajo los tipos

POCAS VECES había estado tan cantado que el Banco de España bajaría el precio del dinero, lo que no ha impedido que la decisión haya estado rodeada de una inusitada expectación. No tanto por las eventuales consecuencias inmediatas de la decisión sobre la actividad económica, sino por su carácter de veredicto sobre los Presupuestos del Estado recién presentados. La reducción en medio punto del tipo de interés de referencia, hasta un 6,75%, excede las previsiones de algunos expertos, pero se ajusta a las aspiraciones del Gobierno, repetidamente reclamadas durante los últimos meses.Desde la llega...

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POCAS VECES había estado tan cantado que el Banco de España bajaría el precio del dinero, lo que no ha impedido que la decisión haya estado rodeada de una inusitada expectación. No tanto por las eventuales consecuencias inmediatas de la decisión sobre la actividad económica, sino por su carácter de veredicto sobre los Presupuestos del Estado recién presentados. La reducción en medio punto del tipo de interés de referencia, hasta un 6,75%, excede las previsiones de algunos expertos, pero se ajusta a las aspiraciones del Gobierno, repetidamente reclamadas durante los últimos meses.Desde la llegada al Gobierno del PP, la estrategia económica de éste confiaba en un abaratamiento del precio del dinero que fomentara la actividad y el empleo y, de paso, aligerara el servicio por intereses de la deuda pública. Esas aspiraciones se convirtieron en presiones explícitas a partir del pasado agosto, cuando el Bundesbank decidió un recorte adicional que fue seguido por otros bancos nacionales, pero no el español. Este hacía valer su independencia y ligaba la evolución de los tipos al alcance y credibilidad del ajuste fiscal contenido en el proyecto de Presupuestos. La decisión adoptada ayer supone un aval inicial que podría confirmarse mediante una pequeña rebaja adicional al culminar la tramitación parlamentaria del Presupuesto, si de ella no resultan efectos inflacionistas añadidos.

A las presiones gubernamentales, del presidente de la Generalitat o de la CEOE se habían incorporado con especial intensidad las de los propios mercados financieros, que en todos sus plazos y segmentos, y en particular en los de deuda pública, descontaban la voluntad de convergencia española y el mejor clima internacional existente. La tesitura en la que se situaba al Banco de España no era fácil y, en todo caso, podría llegar a cuestionar su autonomía efectiva: respecto al poder político y, desde luego, respecto a los mercados financieros. La decisión adoptada reconcilia al banco emisor con ambos. Sin embargo, la paradoja del momento es que las presiones habían sido tan explícitas que una decisión diferente a la auspiciada por ellos habría sido necesariamente interpretada como síntoma de la existencia de tensiones inflacionistas no detectadas por los mercados. Ello habría provocado un fuerte deterioro de los bonos españoles.

En algún sentido, por tanto, el gobernador no tenía otro remedio que bajar los tipos, y ésa no es una situación saludable: tal vez no sea el caso ahora, pero un exceso de presión, sobre todo por parte del Gobierno, puede tener efectos perversos. La tasa de inflación sigue situada en niveles elevados (3,7% interanual), y dista de estar garantizada una evolución que la conduzca hasta el 2,6% previsto en el proyecto de Presupuestos. Si el Banco de España ha de atender ante todo a ese objetivo, la cuantía de la reducción anunciada en sus tipos de interés podría -ser interpretada como una señal engañosa, y las sorpresas desagradables son -no nos falta experiencia al respecto- costosas.

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