Alumnos de Biológicas de La Laguna investigan en un islote desierto

¿Cómo de selectivos son los conejos a la hora de elegir su alimento? ¿Cambian las salamanquesas de refugio a menudo? ¿Prefieren los cuervos comerse los huevos de las colonias pequeñas de gaviotas? Estas son algunas de las preguntas que estos días traen de cabeza a ocho estudiantes de quinto de Biología de la Universidad de La Laguna que por una vez están huérfanos de libro de texto. Las respuestas tendrán que buscarlas en su experiencia como científicos, algo que acaban de estrenar durante un viaje de una semana al islote más septentrional del archipiélago canario, llamado Alegranza."Hasta que...

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¿Cómo de selectivos son los conejos a la hora de elegir su alimento? ¿Cambian las salamanquesas de refugio a menudo? ¿Prefieren los cuervos comerse los huevos de las colonias pequeñas de gaviotas? Estas son algunas de las preguntas que estos días traen de cabeza a ocho estudiantes de quinto de Biología de la Universidad de La Laguna que por una vez están huérfanos de libro de texto. Las respuestas tendrán que buscarlas en su experiencia como científicos, algo que acaban de estrenar durante un viaje de una semana al islote más septentrional del archipiélago canario, llamado Alegranza."Hasta que llegan aquí la enseñanza que han tenido es muy descriptiva. Han sido máquinas de empollar, han aprendido a vomitar lo que dicen los libros, pero no han practicado el método científico hasta el final, con controles de calidad y publicaciones incluidas", dice Manuel Nogales, el profesor de Zoología de Vertebrados que junto con su colega Aurelio Manín ha conseguido llevar a 100 alumnos, en cuatro años, a esta isla de unos 10 kilómetros cuadrados situada a 17 kilómetros al norte de Lanzarote. "Nosotros tratamos de hacerlos pensar. Me encanta oírles pensar en alto. Aprendo mucho", añade Martín.

Locos por la naturaleza

Ambos se conocieron casual y precisamente en Alegranza, de adolescentes. Dicen que fue entonces cuando les entró el virus de una naturaleza en bruto, desierta de humanos pero atiborrada de seres menos vulgares desde el punto de vista ecológico: en Alegranza, zona de especial protección para las aves, viven 30.000 pardelas cenicientas -la segunda colonia mayor del mundo-, tres parejas de águila pescadora, una colonia del muy amenazado mundialmente halcón de Eleanor y otras tres especies de aves marinas. Cuando, ya biólogos, Nogales y Martín las estudiaban, se les ocurrió la peregrina idea de organizar expediciones pedagógicas anuales y de hacerlo con la ayuda de los barcos de la marina española.

La idea no resultó tan descabellada: "Le dijimos al almirante de la zona marítima de Canarias que para los alumnos de biología era un problema estudiar entre cuatro paredes, y aceptó ayudarnos. Está claro que sin ellos no podríamos hacerlo. Nos vienen a buscar desde Las Palmas a Tenerife con una tripulación de unas cuarenta personas; nos llevan a Alegranza y al cabo de una semana nos recogen", dice Nogales. Sólo el tramo a Alegranza son 14 horas, "así que a ellos les supone estar casi tres días en el mar a cada vez".

En esta ocasión, el barco Centinela zarpó el pasado 26 de abril cargado con 400 litros de agua, una tonelada de comida, tiendas de campaña, instrumentos, un botiquín, emisoras de radio, un grupo electrógeno, un teléfono móvil y 17 expedicionarios (los mismos que regresaron una semana después, pero mareados, a bordo de El Ferrol). "A la vuelta el mar estaba malo y hasta los que van cada año se quejaron", cuenta Yayi, que estos días hasta se queda por las noches en el departamento para terminar junto con Patricia su proyecto. "Pero a pesar de eso, de echar de menos una ducha y un water; de la comida, que no era que digamos exquisita.... esta experiencia con la gente, haciendo un trabajo que te entusiasma, te marca para siempre. Es el síndrome Alegranza.

Ellas, como los demás grupos, dedicaron la mitad del viaje a proyectos comunes, como anillar petreles o contabilizar la fauna de un área delimitada de la isla para luego, entre todos, hacer un Atlas de vertebrados de Alegranza. El resto del tiempo fue para el trabajo de campo de su propio proyecto, es decir, recolectar plantas y excrementos de conejo. Nada más llegar a Tenerife empezaron a analizarlos para establecer si estos mamíferos, incluso en una isla con pocos recursos; se permiten el lujo de ser selectivos con la comida.

"Nunca nos habíamos enfrentado a un proyecto de campo. Pensábamos que iba a parecer más sencillo, que las áreas que habíamos seleccionado sobre el papel iban a ser más fáciles de localizar, que no sería tan dificil reconocer las especies vegetales... Todo estaba mucho más desordenado de lo que esperábamos", cuenta Yayi. Y eso que su proyecto estaba todo menos improvisado.

Bien preparados

El equipo había preparado minuciosamente los pasos a seguir desde que eligió el tema, basándose en un trabajo de otro grupo de años anteriores. "Cuando llegamos a Alegranza, los chicos ya han trabajado mucho", dice Aurelio Martín, profesor de Zoología de Vertebrados. «Primero se ha valorado la viabilidad científica del proyecto que ellos proponen. Después hay una exposición de los anteproyectos: cuentan delante de todos los antecedentes de esa investigación en el mundo, los objetivos, la metodología que van a seguir, la parte estadística... Nosotros procuramos abstenernos y preguntar los últimos, que les cueste un poco. Son los compañeros los que hacen sugerencias".De vuelta a casa, habrá. que pasar cerca de un mes. analizando datos y extrayendo conclusiones, que de nuevo serán expuestas.

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