La rendición de Major cierra la crisis de la UE

Londres deja el boicoteo e Italia le salva la cara con una declaración retórica sobre las 'vacas locas'

La gran crisis europea provocada por las vacas locas británicas ha tocado a su fin. John Major se rindió ayer con armas y bagajes ante la unanimidad de sus 14 socios en el Consejo Europeo de Florencia. Su ministro de Exteriores, Malcolm Rifkind, anunció, al filo de las dos de la tarde, que el Reino Unido "cesa a partir de este momento en su política de no cooperación", es decir, de boicoteo a las decisiones de la Unión Europea (UE). Una declaración de la presidencia italiana, obvia y sin valor jurídico, sobre las exportaciones a terceros países fue la balsámica esponja de vinagre que alivió a ...

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La gran crisis europea provocada por las vacas locas británicas ha tocado a su fin. John Major se rindió ayer con armas y bagajes ante la unanimidad de sus 14 socios en el Consejo Europeo de Florencia. Su ministro de Exteriores, Malcolm Rifkind, anunció, al filo de las dos de la tarde, que el Reino Unido "cesa a partir de este momento en su política de no cooperación", es decir, de boicoteo a las decisiones de la Unión Europea (UE). Una declaración de la presidencia italiana, obvia y sin valor jurídico, sobre las exportaciones a terceros países fue la balsámica esponja de vinagre que alivió a Major los dolores de su crucifixión y le permitirá presentar en público como "un muy buen acuerdo" lo que en privado le entristece.

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No hubo levantamiento rápido del embargo a las exportaciones vacunas británicas, contra las pretensiones iniciales de Major. Hubo una bienvenida al "marco general" sobre las condiciones a cumplir por el Reino Unido establecidas por la Comisión para autorizar en el futuro, "escalón por escalón", la "relajación" progresiva de las prohibiciones de exportar, siempre según criterios científicos y no políticos, según rezan las conclusiones de la cumbre que se harán oficiales hoy. Dicho marco obliga a Londres a sacrificar todos los animales nacidos entre 1989 y 1993 (los más expuestos a la infección) y a marcar y controlar a todos las reses, entre otras medidas.Hubo también un espaldarazo al plan de erradicación de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) pactado en el Comité Veterinario, que detalla todas las medidas sanitarias. Pero nada más. Ni un milímetro de concesiones. Nada de autorizar a Londres exportaciones a terceros países antes de que se levante el bloqueo de las ventas a la UE, la última pretensión británica para salvar los ingresos anuales que Ie producían las ventas de 700.000 toneladas al año. Las conclusiones ponen "en igualdad de condiciones" ambos posibles flujos, que sólo podrán liberalizarse simultáneamente. Lo dice efectivamente el texto, al evocar la futura "relajación, paso a paso, de las actuales restricciones" a la exportación "al resto de la UE y a Estados terceros". Se evitó así el doble rasero entre Europa y el Tercer Mundo."Una derrota sin paliativos"Los observadores -incluidos los periodistas británicos de la prensa de calidad- consideraban que "Major ha recibido una derrota sin paliativos", como él mismo sugirió al declararse a sus socios, en privado, "triste, pero sin cólera". ¿Por qué entonces dijo en público que "es un muy buen acuerdo"?

¿Por qué Rifkind se felicitó del mismo? "El Reino Unido ha obtenido satisfacción y la política de no cooperación cesa a partir de este momento", dijo, aparentando ante la televisión la victoria que hoy le negarán los periódicos. El secreto estuvo en su segunda frase, cuando dio Ias gracias, en particular, a la presidencia italiana por su labor de mediación".

Y es que, como anticipó ayer EL PAÍS, el presidente Romano Prodi y su ministro de Exteriores, Lamberto Dini, pusieron encima de la mesa desde primera hora la solución de compromiso que guardaban en la recámara para salvar a su díscolo socio de la catástrofe. Adjuntaron a las conclusiones una Declaración de la presidencia. En ella se reconocía que "si mientras tanto [siga la prohibición de exportar] un tercer Estado solicita suministro de carne de vaca británica exclusivamente para su mercado nacional, esa petición será examinada por la Comisión Europea dentro del marco general tras consultar a los comités científicos y veterinarios".

El texto es "obvio y redundante", indicaban juristas de la Comisión, porque nada impedía hasta hoy esa petición a la Comisión. Y, como tal declaración de la presidencia, "carece de efectos jurídicos" y sólo compromete políticamente a su autor.

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Pero este clavo ardiendo le bastó políticamente al Gobierno de Major. Puede, si lo desea, retorcer la interpretación del texto ante su opinión pública e intentar salvar los pocos muebles que le quedan. Pero esta pequeña trampa, de todos conocida, constituyó el engrase indispensable para lograr el acuerdo y el desistimiento del boicoteo.

Menudearon las felicitaciones a la presidencia italiana. por su argucia diplomática. En realidad no había hecho sino seguir la técnica de aquel pintor del siglo XVII que cubría con velos y hojas de parra las intimidades de los desnudos de Miguel Ángel, cuyo nombre se ha olvidado y al que se recuerda por el jocoso y onomatopéyico apodo de Il Braghettone. Eso hicieron sus paisanos, velar un poco las vergüenzas del Gobierno conservador británico. Algo fugaz, si se quiere, pero eficaz para evitar la posibilidad temida por el presidente del Parlamento Europeo, Klaus Hänsch: "La estrategia de toma de rehenes no debe triunfar, porque, si gana el Reino Unido, a los demás les tentará seguir por esa vía". "Una cumbre fallida sería fatal, pero aún sería peor que, para que no fracase, se atentara contra la salud de los ciudadanos", advertía.La crisis política europea, con mayúsculas, ha terminado. Pero nadie duda de que rebrotará, con minúsculas, a la primera ocasión. Los jefes de Estado y de Gobierno han "cargado" la responsabilidad de las decisiones en las espaldas de la Comisión, señaló Piero Fassino, portavoz de la presidencia italiana. Unos y otros se remitieron a los indispensables dictámenes de veterinarios y científicos. Y las complicaciones del procedimiento pueden ofrecer ocasión para que el Reino Unido provoque nuevos, aunque menores, sustos.

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