Adiós en familia

Diez años de carrera, que culminan con la edición de un doble CD recopilatorio de sus grandes éxitos, han llevado ahora a los neo-zelandeses Crowded House a iniciar una serie de conciertos-despedida, que, en el caso de España, se llevan a cabo en salas, le una capacidad realmente testimonial. Con el aliento del público mismamente sobre las cuerdas, el cuarteto de Neil Finn procedió a repasar en directo un repertorio de canciones que, sin haber calado abiertamente en el gusto masivo, sí han pasado a formar parte del bagaje de los que adoran la perfección evanescente del pop, una secta exquisita...

Diez años de carrera, que culminan con la edición de un doble CD recopilatorio de sus grandes éxitos, han llevado ahora a los neo-zelandeses Crowded House a iniciar una serie de conciertos-despedida, que, en el caso de España, se llevan a cabo en salas, le una capacidad realmente testimonial. Con el aliento del público mismamente sobre las cuerdas, el cuarteto de Neil Finn procedió a repasar en directo un repertorio de canciones que, sin haber calado abiertamente en el gusto masivo, sí han pasado a formar parte del bagaje de los que adoran la perfección evanescente del pop, una secta exquisita que lo debe estar pasando fatal con el ruidoso adocenamiento generalizado que tiñe los años noventa en cuanto a música.Armonías exquisitas, desarrollos melódicos al más alto nivel y una especial, capacidad de encantar a base de simples canciones armadas en relativo unlugged fueron los argumentos utilizados por Finn y compañía, que supieron extraer a temas como Instinct, Weather with you o el más conocido Don't dream it's over toda la belleza que entrañan, que no es poca, y teniendo como único punto negro achacable una especie de falta de resolución. Un raro condimento que hace que las cosas que están bien hechas pasen a ser directamente grandiosas. Como la distancia, exacta que media entre Crowded House y los Bee Gees de la primera época.