Tribuna:

Hacia la novela gráfica

Durante su estancia en Barcelona, el alemán Ralf König se sorprendía y alegraba de que sus historietas, centradas en los dimes y diretes de la comunidad gay, tuvieran tanta aceptación entre el colectivo heterosexual. La verdad es que no hay tanto de que sorprenderse: König habla en su obra de sentimientos humanos, y éstos son los mismos para todo el mundo, dejando aparte las preferencias sexuales. La gente que lee a König es prácticamente la misma que hace unos años consumía con agrado las tragicomedias heterosexuales del francés Gérard Lauzier. Una gente que ha sido amablemente desalojada del...

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Durante su estancia en Barcelona, el alemán Ralf König se sorprendía y alegraba de que sus historietas, centradas en los dimes y diretes de la comunidad gay, tuvieran tanta aceptación entre el colectivo heterosexual. La verdad es que no hay tanto de que sorprenderse: König habla en su obra de sentimientos humanos, y éstos son los mismos para todo el mundo, dejando aparte las preferencias sexuales. La gente que lee a König es prácticamente la misma que hace unos años consumía con agrado las tragicomedias heterosexuales del francés Gérard Lauzier. Una gente que ha sido amablemente desalojada del mundo del cómic por fenómenos de gran popularidad y escaso interés intelectual, como los mangas japoneses o los comic-books norteamericanos protagonizados por supertipos con leotardos.Aquellos que insisten en leer tebeos aunque les cueste Dios y ayuda encontrar alguno con el que no se sientan tratados como idiotas han hallado en Ralf König a un cómplice encantador. Lo mismo deben de pensar del nortemericano Peter Bagge, premiado en esta edición del Salon del Cómic por su contundente y sarcástica saga juvenil Odio.. Bagge es otro tipo que cuenta cosas comprensibles por cualquier adulto. Al igual que Max, también premiado este año, quien se pregunta si no habrá llegado el momento de dirigir su obra, y la de gente como él, a un público más interesado en la literatura y en el cine que en los propios tebeos.

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Da la impresión de que la industria del cómic, todo lo precaria que se quiera pero tremendamente viva, se está dividiendo en dos sectores. De un lado, autores y lectores satisfechos con el estancamiento creativo del medio; de otro, autores y lectores que quieren salir del gueto y fabricar y consumir obras que sitúen a los tebeos al mismo nivel que las novelas o las películas.

En EE UU, los integrantes de este segundo sector han bautizado los productos que les gustan como novelas gráficas. Bajo ese nombre cabe cualquier tebeo que tenga ambiciones literarias y artísticas que vayan más allá de lo establecido. Por el bien del cómic español, la novela gráfica autóctona debería llegar cuanto antes a las librerías. Pero hay algunos problemas:

1. Los autores. Hacen falta autores con un mundo propio dispuestos, si es preciso, a crear en sus horas libres. Autores que adopten una actitud similar a la de los novelistas.

2. Los lectores. Deben entender que un tebeo es un medio narrativo tan interesante cómo cualquier otro.

3. Los distribuidores. Deben sacar los tebeos del gueto de las librerías especializadas.

.4. Los libreros. Deben acoger las novelas gráficas como una parte más de la narrativa contemporánea.

S. Los críticos. Deben dejar de considerar los cómics como el primo tonto de la literatura.

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