Editorial

20 años del 20-N

La perspectiva de los 20 años transcurridos ha mejorado la imagen que los españoles tienen de la transición de la dictadura a la democracia, así como de sus dos máximos protagonistas: el Rey y Adolfo Suárez. El desencanto de fines de los setenta -resultado del contraste entre expectativas exageradas y realidad limitada- ha dado paso a percepciones más templadas, quizás también más escépticas. A los 20 años de la desaparición de Franco, la valoración de su régimen es ahora más moderada que hace una década: se reduce el número de quienes tienen una opinión positiva, pero aumenta mucho el de los ...

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La perspectiva de los 20 años transcurridos ha mejorado la imagen que los españoles tienen de la transición de la dictadura a la democracia, así como de sus dos máximos protagonistas: el Rey y Adolfo Suárez. El desencanto de fines de los setenta -resultado del contraste entre expectativas exageradas y realidad limitada- ha dado paso a percepciones más templadas, quizás también más escépticas. A los 20 años de la desaparición de Franco, la valoración de su régimen es ahora más moderada que hace una década: se reduce el número de quienes tienen una opinión positiva, pero aumenta mucho el de los que piensan que "tuvo cosas buenas y cosas malas". Por lo demás, un cierto deterioro en la estimación del funcionamiento del sistema político, sin duda por efecto de los escándalos aflorados de los últimos años, no afecta al crédito del régimen democrático, que no cuenta con alternativas creíbles: es la conclusión más importante del sondeo que EL PAÍS publica hoy, víspera del vigésimo aniversario de la muerte de Francisco Franco. Esa visión más templada y escéptica del pasado no impide que el 76% de los españoles considere que la democracia es preferible a cualquier otro sistema político. Hace 10 años se identificaban con esa opinión el 70%, y apenas el 50% hace 15 años. Al mismo tiempo, el 74% de los ciudadanos piensa que el actual sistema político es el mejor que ha tenido España en el siglo XX. Esa es una diferencia fundamental con los años 30, cuando las alternativas a la democracia liberal -el fascismo, por una parte, y el comunismo, por otra- eran opciones pujantes en la sociedad, y especialmente entre la juventud. Los acontecimientos registrados en Europa del Este en los últimos seis años influyen probablemente en esta percepción de la democracia como sistema sin alternativa visible.

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Desde las primeras elecciones democráticas, en junio de 1971, un total de 12,5 millones de personas se han incorporado al censo electoral: se trata de la generación que hoy tiene entre 21 y 36 años, que constituye el 40% del electorado. El sondeo ofrece algunos indicios para valorar la incidencia de esa generación en la percepción que la sociedad española tiene de su pasado más reciente y de sí misma. Así, al valorar la Transición, los jóvenes otorgan menor importancia que el conjunto de la población al papel de la Iglesia, del Rey, de los líderes y partidos políticos. Los menores de 25 años, cuyo conocimiento del franquismo sólo puede ser indirecto piensan, en proporción sensiblemente superior a la media, que ese régimen sigue influyendo en la España actual. Es llamativo que las preferencias electorales apenas influyan en esa opinión. Por el contrario, la identificación con uno u otro partido es decisiva en la valoración retrospectiva del franquismo y, por ejemplo, tan sólo el 7% de los votantes del PP tienen una opinión negativa de dicho periodo.

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El deterioro político del periodo más reciente explica probablemente el descenso del grado de satisfacción con el funcionamiento del sistema político, así como el menor aprecio hacia la Constitución respecto al existente hace una década. En este aspecto se produce un fuerte sesgo según las preferencias electorales, lo que induce a pensar que una parte de los ciudadanos proyecta sobre el funcionamiento del sistema su negativa opinión sobre la gestión de los socialistas.

Respecto al modelo autonómico, el sondeo revela un creciente asentamiento del mismo. El actual sistema de organización territorial es preferido, con gran diferencia, a la alternativa centralista, y aún más a una que contemplase la posibilidad de separación. Por lo demás, aunque no falten motivos de preocupación, como el paro o la inseguridad ciudadana, una amplia mayoría de la población piensa que las cosas han ido a mejor en aspectos tan determinantes de su vida cotidiana como la sanidad, la educación o los transportes, y también que hay más tolerancia, que ha mejorado la imagen exterior de España y la autoestima de los españoles. Y que, mal que les pese a los profetas siempre enfadados de nuestra vida pública, el 90% de los españoles estima que lo que más ha mejorado en España ha sido la libertad de expresión.

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