Crítica:CLÁSICA

Felicitación con Dvorak y Mozart

Como cada año, la Orquesta y Coro nacionales felicitaron a Su Majestad la Reina en el día de su cumpleaños con la ofrenda que más le agrada: alta música y admirables interpretaciones. Una vez más, se sumó ayer al homenaje a doña Sofía el excepcional violonchelista Mstislav Rostropóvich, que intercambia devociones con la soberana española.El regalo fue también para cuantos llenamos la sala sinfónica del Auditorio que, tras recibir a doña Sofía con especiales muestras de afecto, nos dispusimos a renovar el milagro: sentir como nuevo lo ya sabido y escuchado tantas veces al mismo Rostropóvich, es...

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Como cada año, la Orquesta y Coro nacionales felicitaron a Su Majestad la Reina en el día de su cumpleaños con la ofrenda que más le agrada: alta música y admirables interpretaciones. Una vez más, se sumó ayer al homenaje a doña Sofía el excepcional violonchelista Mstislav Rostropóvich, que intercambia devociones con la soberana española.El regalo fue también para cuantos llenamos la sala sinfónica del Auditorio que, tras recibir a doña Sofía con especiales muestras de afecto, nos dispusimos a renovar el milagro: sentir como nuevo lo ya sabido y escuchado tantas veces al mismo Rostropóvich, esto es, el Concierto en si menor de Dvorak, que, por cierto, cumplirá el próximo año un siglo de existencia sonora.

Orquesta y Coro Nacionales

Director: J. Kakhidze. Solista E. Garmendía, P. Pujol, M. Bernal y G. Zornoza. Auditorio Nacional.Madrid, 2 de noviembre.

Fue gran elogio y ejemplo de simpatía la frase de Brahms cuando conoció esta obra: "¿Por qué diablos nadie me ha dicho que se podía componer un concierto como éste? Si yo estaba verdaderamente dotado, lo habría escrito hace mucho tiempo". En realidad, se trata de la partitura estrella en literatura violonchelística y, entodo caso, de un ejemplo de inventiva sensible y afectiva que pide el arte grande de un Rostropóvich. Lo que él hace en Dvorak escapa a cualquier juicio que no sea la emoción y el aplauso. Es tanta la belleza del sonido, Ia intensidad cantable o la riqueza dinámica, que el oyente se entrega al más exigente goce estético: aquél en el que la razón y la sensibilidad se funden estrechamente. Fue muy valiosa la colaboración de la ONE, atenta y flexible, gobernada por Jansung Kakhidze, que logró de nuestros profesores una identificación profunda con la intención y el estilo de Rostropóvich. En la segunda parte, coro y Orquesta interpretaron el Requiem de Mozart y hasta el cuarteto solista salió del mismo coro al que pertenecen cantantes de mérito y refinado estilo como son la soprano guipuzcoana Elisa Garmendía, la mezzo vizcaína Pilar Pujol, el tenor español nacido en Darmstadt Miguel Bernal y el bajo colombiano Gabriel Zornoza, que vive en España desde 1983. A la Preparación del coro por el director invitado, Rainer Steubing-Negenborn, de todo punto excelente, se añadió el concepto y la realización sobrios, sosegados y, a la vez, palpitantes, del maestro Kakhidze. A través de algunos de sus pentagramas favoritos, doña Sofía recibió los más nobles deseos de cuantos actuaban y escuchaban.

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