Editorial:

Pesca revuelta

EL CONFLICTO de la pesca, en el que España desempeña y sufre un papel central, tiene hoy dimensiones planetarias. Hace 20 o 30 años podía aún creerse que los recursos marinos eran inabarcables, que el cultivo de los mares podía seguir siendo indefinidamente una empresa relativamente no reglamentada, en la que el más listo, el más rápido, el más audaz pedía casi hacer de su capaz en sayo y pescar hasta la extenuación de las especies. El mundo ha cambiado mucho en esas décadas y eso, hoy, ya no es posible. Ahí reside el problema principal de España como gran potencia pesquera internacional.Tras ...

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EL CONFLICTO de la pesca, en el que España desempeña y sufre un papel central, tiene hoy dimensiones planetarias. Hace 20 o 30 años podía aún creerse que los recursos marinos eran inabarcables, que el cultivo de los mares podía seguir siendo indefinidamente una empresa relativamente no reglamentada, en la que el más listo, el más rápido, el más audaz pedía casi hacer de su capaz en sayo y pescar hasta la extenuación de las especies. El mundo ha cambiado mucho en esas décadas y eso, hoy, ya no es posible. Ahí reside el problema principal de España como gran potencia pesquera internacional.Tras el reciente conflicto con Canadá por las capturas de fletán, en el que España se hallaba en una sólida posición legal, reivindicando su derecho a la pesca en aguas internacionales, la diplomacia española anda a vueltas con parecida problema, pero con Marruecos. Aquí las cosas tienen un muy otro cariz.

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Al hecho de que hay en la actualidad muchos más pescadores, menos pesca por depredaciones pasadas, un mayor interés mundial para reglamentar, repartir y preservar los recursos, se suma el despertar a la defensa de sus aguas territoriales de países como Marruecos, con relativamente poca actividad pesquera, pero con tanto derecho como el que más a defender una riqueza que el consenso internacional les reconoce como propia.

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De ahí debería partir cualquier planteamiento español del caso, tanto gubernamental como de opinión pública. España negocia con Marruecos, con la cobertura de la Unión Europea; el acceso a unas aguas sobre las cuales los pescadores españoles reivindican unos derechos históricos de acceso y explotación. Pero, por más antiguos que, sean estos supuestosderechos, la realidad es que los derechos reales y reconocidos de Rabat son anteriores, mayores e imprescriptibles.

Todo ello no significa que España tenga que aceptar un diktat marroquí, mi parece que ésa sea la intención de nuestros vecinos del sur. La diplomacia española tiene argumentos. de peso para obtener un acuerdo razonable para ambas partes si consigue movilizar suficientemente el interés comunitario. Marruecos es el socio privilegia do de la Unión Europea en el norte de África, la ayuda de la Comunidad es sustanciosa y el papel del presidente del Gobierno español, Felipe González, en la atribución de. recursos al Mediterráneo sur en la, pasada cumbre, europea de Cannes, significativamente decisivo.

La opinión pública española debe comprender, por añadidura, la terrible imagen que damos al mundo, cuando se queja amargamente, y con razón, del comportamiento de los agricultores franceses y aún, en ocasienes, de, las autoridades del vecino del norte contra nuestra exportación hortofrutícola, y, al mismo tiempo, incoherentemente, se bloquea en puertos del sur el, acceso de la produción marroquí. Semejante actitud de, quienes la ponen en práctica, de quienes la defienden o excusan y de quienes, incluso, se declaran indiferentes a la misma, está muy mal avisada. Las autoridades españolas, que han reaccionado razonablemente bien ante esa agresión a lo! intereses de un socio, vecino y amigo, han de hacer todo lo que esté en su mano para que tamaño dislate cese y no se reproduzca.

España tiene importantes intereses en Marruecos, que desbordan claramente los de nuestra actividad pesquera en esas aguas. Y ni la conveniencia ni la decencia permiten olvidar cuáles son nuestras verdaderas prionidades, cuáles son la fuerza y la largueza de la Unión Europea, ni cuán indiscutibles son los derechos que asisten en la negociación al reino marroquí.

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