Reportaje:

Las peleas teatrales salpican el santuario de Bertolt Brecht

Intelectuales del Este y el Oeste sumen en la crisis con sus disputas al Berliner Ensemble

Vanidades de directores de teatro, un concepto fallido de gestión, la indefinición ante los nuevos tiempos y, sobre todo, un enfrentamiento rabioso entre intelectuales ossis (del Este) contra wessis (del Oeste) han desencadenado una crisis sin precedentes en el Berliner Ensemble, el santuario donde durante cuatro décadas se celebró el culto al autor teatral alemán más famoso en el mundo: Bertolt Brecht.

Para los brechtianos de todo el mundo, el Berliner Ensemble era una especie de Meca. Una famosa actriz argentina relataba un día a este corresponsal en Buenos Aires que se le había puest...

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Vanidades de directores de teatro, un concepto fallido de gestión, la indefinición ante los nuevos tiempos y, sobre todo, un enfrentamiento rabioso entre intelectuales ossis (del Este) contra wessis (del Oeste) han desencadenado una crisis sin precedentes en el Berliner Ensemble, el santuario donde durante cuatro décadas se celebró el culto al autor teatral alemán más famoso en el mundo: Bertolt Brecht.

Para los brechtianos de todo el mundo, el Berliner Ensemble era una especie de Meca. Una famosa actriz argentina relataba un día a este corresponsal en Buenos Aires que se le había puesto la carne de gallina el día que puso sus pies en ese teatro. El Berliner Ensemble estaba situado casi al lado del desaparecido muro, tenía un cierto aire tenebroso y apestaba a desinfectante de retrete y realismo socialista.Con la caída del muro, se tambaleó también la cimentación ideológica del Berliner Ensemble. Este teatro centenario, fundado en 1891 por un capitalista que quería ganar pasta con el arte, empezó con clásicos alemanes y se mantuvo con piezas folclóricas durante el nazismo. El nuevo, régimen en el este de Alemania lo entregó a Brecht el día de San José de 1954.

Placer y contemplación

Hasta su muerte, en 1956, Brecht sólo montó allí su obra El círculo de tiza caucasiano, pero marcó su impronta con una lista de mandamientos sobre la creación teatral como: "Convertir en placer el método de contemplación dialéctíco" o "representar la naturaleza humana como algo dependiente de la pertenencia de clase". La viuda de Brecht, Helene Weigel, asumió la dirección hasta su muerte y mantuvo el fuego sagrado del culto al autor, que se prolongó indiscutido hasta el fin de la dictadura prusiano-estalinisia en la difunta República Democrática Alemana (RDA).

En el Berlín reunificado se llegó, en el año 1993, a una solución peregrina para dirigir el teatro y que convertía el conflicto en algo casi anunciado: entregar el Berliner Ensemble a una dirección colectiva de cinco famosos directores teatrales, que se convirtieron al mismo tiempo en socios de una sociedad anónima, subvencionada en abundancia por el Senado, (Gobierno) de la capital alemana.

Salvo un jovencito de 51 años los cuatro restantes dinosaurios ya habían sobrepasado con creces los 65 años, edad en que en Alemania ya se cobra la jubilación y por lo general se ocupa una plaza en el asilo de ancianos. Pronto se despidió uno y el teatro quedó en manos de lo que algún crítico con mala baba llamó la banda de los cuatro. Entre ellos llamó desde un principio la atención la presencia de Peter Zadek, de 68 años, un wessi con una brillante carrera como director en Bremen, Hamburgo y otras ciudades del oeste de Alemania y que en el Berliner Ensemble encajaba como las famosas pistolas en la imagen de Jesucristo.

No tardó en incendiarse la hoguera de las vanidades y el enfrentamiento entre el wessi Zadek y el ossi Heiner Müller, de 66 años, autor y director teatral, un gurú de la cultura de la antigua República Democrática Alemana. Los herederos de Brecht, fieles guardianes de la doctrina pura y dura, se negaron a conceder a Zadek el permiso para montar La ópera de tres cuartos. Ésta fue una de tantas zancadillas en una lucha: sorda que no tardó en estallar y llegar al público.

Zadek calificó de "mierda fascista" el montaje de Wessis en Weimar, una obra del polémico Rolf Hochhuth. En un artículo en el semanario Der Spiegel, Zadek llegó a decir: "Me importa un pito la gran aportación artística y opino que los espectáculos que Hitler organizaba en Núremberg probablemente eran espectáculos impresionantes, que quizá incluso podrían ser incluidos entre las obras de arte". La respuesta de la otra parte no se quedó corta y Zadek se lamenta de que le calificaron de "envidioso profesional" y "judío neurótico". Zadek dice que admite lo de judío neurótico, pero de ningún modo lo de envidioso profesional.

Tras varias semanas de rifirrafes, Zadek arrojó la toalla y dimitió de su puesto en el directorio. Ni siquiera seguirá como director invitado. En una nueva andanada verbal, esta vez en el Süddeutsche Zeitung, Zadek denunció la existencia. de una verdadera psicosis en el Este: "Se advierte que, apenas se atraviesa la puerta de Brandeburgo, empieza la psicosis. Antes, cuando existía el muro, siempre se daba, pero se pensaba que desaparecería. No ha desaparecido, porque está profundamente arraigada y ahora sale a flote lentamente y produce un aparente aspecto de fuerza, que se expresa en agresión y brutalidad. Se necesitarán con seguridad varias generaciones hasta que esto cambie".

Pragmáticos cínicos

Müller, quien acaba de regresar de Estados Unidos, donde se trató contra un cáncer, parece haber ganado la batalla y asumirá el poder en lo que resta del directorio. Tras la dimisión de Zadek, Müller resumió de forma plástica la etapa vivida: "Cuanto más nos conocíamos, menos queríamos saber el uno del otro". A la acusación de fascismo por parte de Zadek, Müller replicó como un oráculo con una cita de Federico Nietzsche: "A veces, los Pragmáticos más cínicos tienen las teorías más ideales".

Para el futuro del Berliner Ensemble, Müller anunció que se disponen a trabajar de forma estrecha con los herederos de Brecht en la preparación del centenario del nacimiento del dramaturgo, que se cumple en 1998. De momento, la línea del teatro no parece del todo clara. Por primera vez se estrena una obra de Samuel Becket, Final de partida, y seguirán otras.

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