La Iglesia anglicana concede el perdón a Oscar Wilde un siglo después de haberle condenado

El escritor, acusado de "indecencia grave", fígurará entre los poetas en Westminster

El año 1895 fue, dicen, el mejor y el peor en la vida de Oscar Wilde. El 14 de febrero se estrenaba en Londres con éxito total La importancia de llamarse Ernesto. Pero, menos de cuatro meses después, la justicia victoriana le condenaba a dos años de trabajos forzados por el delito de "indecencia grave y sodomía". Fue el principio del fin para Wilde, que murió solo y arruinado en París en 1900. Hoy, 100 años después del estreno, el Reino Unido rehabilita el nombre del poeta y dramaturgo irlandés, que figurará en una vidriera en el Rincón de los Poetas de la abadía de Westminster.

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El año 1895 fue, dicen, el mejor y el peor en la vida de Oscar Wilde. El 14 de febrero se estrenaba en Londres con éxito total La importancia de llamarse Ernesto. Pero, menos de cuatro meses después, la justicia victoriana le condenaba a dos años de trabajos forzados por el delito de "indecencia grave y sodomía". Fue el principio del fin para Wilde, que murió solo y arruinado en París en 1900. Hoy, 100 años después del estreno, el Reino Unido rehabilita el nombre del poeta y dramaturgo irlandés, que figurará en una vidriera en el Rincón de los Poetas de la abadía de Westminster.

Resulta paradójico que sea, la propia Iglesia de Inglaterra, una institución menos conservadora de lo que podría parecer, la abanderada en la causa de restituir un sitio en la historia literaria a Oscar Wilde. Merlin Holland, nieto del poeta irlandés considera, sin embargo, que la rehabilitación llega tarde. Holland, de 49 años, escritor también" ni siquiera ha disfrutado del privilegio de llevar el nombre de Wilde. La condena de su abuelo, tuvo efectos devastadores sobre toda la familia. La esposa de Wilde, Constance Lloyd murió en 1898, y los dos hijos de la pareja -Vyvyan y Cyril- fueron educados con un estricto tío en Escocia. La primera medida correctiva de la- familia fue erradicar el nombre de Wilde. En una entrevista publicada por el diario The Independent, Merlin Holland recuerda el calvario de su propio padre, Vyvyan, transmitido hasta él como una amarga herencia. Durante 20 años Holland ha trabajado en la reconstrucción de la vida de su abuelo, a su juicio, imperfectamente recogida por los biógrafos.Por ejemplo, y según Holland, hasta la irreprochable biografía de Wilde de Richard Ellman, publicada en 1987, está contaminada por unas ciertas dosis de sensacionalismo. En ella se incluye una fotografía supuestamente del propio Oscar Wilde disfrazado con ropas de mujer, para una representación privada de Salomé. Sin embargo, según Merlin, en realidad, la fotografía es de una mujer, la cantante de ópera Alice Guszalewicz. Un texto biográfico más reciente, escrito por Melissa Knox, aventura la idea de que Wilde murió de sífilis e, incluso, intentó contagiar a su mujer la enfermedad. Merlin Holland niega que tal cosa sea cierta y se pregunta de dónde puede haber salido una historia de la que no existe la menor evidencia.

Lo cierto, sin embargo, es que la vida de Wilde ha sido pasto del escándalo y terreno abonado para toda clase de exageraciones. Nacido en Dublín, en 1854,el seno de una familia acomodada, Wilde experimentó como Marcel Proust ambivalentes sentimientos hacia la clase alta. Su irreprochable educación, en el Trinity College de Dublín, primero, y más tarde, en el Colegio Magdalena de Oxford, le colocó en la mejor situación para abrirse camino por los senderos difíciles de la sociedad inglesa. A los 20 años era un personaje conocido y admirado en Londres, donde, más tarde, su madre abriría un famoso salón literario.

Wilde no fue sólo un autor ingenioso y agudo, sino el conversador más brillante de los ambientes literarios de su tiempo. El autor de El abanico de lady Windermer, Un marido ideal, De Profundis, y Balada de la cárcel de Reading, saboreó el éxito total a los 41 años. Su actitud crítica hacia la alta sociedad de la Inglaterra victoriana plasmada con tanta fortuna en sus piezas teatrales, esbozada con humor y sin acritud, le granjeó, sin embargo, numerosas enemistades. Y una amistad esencial y peligrosa, la de Alfred Douglas, un joven de buena sociedad, escritor de escaso talento, cuya deslealtad traería la desgracia del poeta. El intento de Wilde de responder judicialmente al insulto público del marqués de Queensberry, padre de Alfred, se volvió contra él y le acarreó la desgracia, la cárcel, y, posiblemente, una prematura muerte.

El caso de Wilde, un brillante autor condenado por el simple delito de practicar la homosexualidad, ha sido apadrinado por algunos grupos homosexuales británicos caso de Outrage. El grupo exige algo más que una. placa con su nombre en la abadía de Westminster. Reclaman desde hace meses el perdón para Wilde.

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