Editorial:

Basurero nuclear

EL GOBIERNO ha dado un primer paso para sepultar la basura atómica que producen los reactores de las centrales nucleares españolas. En el nuevo Plan, de Residuos Radiactivos se señala que una ley organizará el sistema para tomar la decisión más delicada: designar el lugar. donde habrá de abrirse un basurero, de alta tecnología a una profundidad de entre 500 y 1.000 metros. Este compromiso es fundamental para que cuando se tome la decisión final nadie considere que sus alegaciones al respecto han, sido ignoradas. En otros países industriales se han nombrado mediadores que consultan a las poblac...

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EL GOBIERNO ha dado un primer paso para sepultar la basura atómica que producen los reactores de las centrales nucleares españolas. En el nuevo Plan, de Residuos Radiactivos se señala que una ley organizará el sistema para tomar la decisión más delicada: designar el lugar. donde habrá de abrirse un basurero, de alta tecnología a una profundidad de entre 500 y 1.000 metros. Este compromiso es fundamental para que cuando se tome la decisión final nadie considere que sus alegaciones al respecto han, sido ignoradas. En otros países industriales se han nombrado mediadores que consultan a las poblaciones, reciben propuestas y, finalmente, formulan soluciones asumibles.El gran problema de la Administración española en este asunto es la desconfianza de la población, chamuscada por secretismos y medias verdades sospechosas. Todavía el año pasado trascendió un grave suceso de contaminación nuclear acaecido en 1970 a orillas del Manzanares, donde, accidentalmente, se vertieron casi un centenar de líquidos radiactivos que regaron la huerta madrileña.

Los cementerios nucleares deben garantizar durante milenios, porque ésta es la longevidad de tales materiales radiactivos, su absoluta impermeabilidad. El primer criterio de elección es que sea un terreno poco propicio a filtraciones accidentales. Pero la selección de "áreas favorables" debe contemplar también otros aspectos -desde la demografía hasta las soluciones de transporte-, y la decisión final será menos discutible si, además de sensata, se toma de manera transparente y democrática. El compromiso del plan es positivo, de entrada, pero deberá verse el articulado de la ley para saber si este importante debate se producirá con garantías.

Salvaguardamos de esta basura cuesta 1,23 billones de pesetas, lo que obligará a los españoles a seguir pagando un recargo del 1,1% en la factura eléctrica hasta el 2004. Una cantidad que debe tenerse muy presente a la hora de contabilizar el coste y la rentabilidad de esta energía. La elección de este: almacén nuclear es urgente, y, antes del 2020, España debe contar con un basurero definitivo. El debate sobre la localización de este cementerio será largo y difícil. Pero no debe eternizarse. Lo aprovecharán -lícitamente- los colectivos contrarios a la energía nuclear para reforzar sus argumentos. Pero debe quedar claro que el problema fundamental no son los depósitos, sino los peligrosos residuos que ya existen.

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Otro aspecto llamativo del citado plan es que alarga de 30 a 40 años la vida de las centrales nucleares españolas. La decana, Zorita, tiene 26, y la más joven, Trillo, apenas siete. Es comprensible que la incorporación de avances técnicos permita un cálculo más optimista sobre la esperanza de vida. Un precedente permite confiar en que no hay intención de mantener chatarra en funcionamiento: el cierre de Vandellòs I, años antes de cumplir ni tan siquiera los 30. Aunque aún debe explicarse muy bien en qué condiciones podrá continuar Zorita, actualmente paralizada, tras haberse detectado fisuras en la tapa del reactor. La confianza: exige claridad.

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