Entrevista:Ignacio Carrión Escritor y periodista

"Mi novela es más autogeográfica que autobiográfica"

Ignacio Carrión se hallaba en Suecia realizando un reportaje para El País Semanal cuando supo que su nombre sonaba para el Nadal. Se apresuró a viajar a Barcelona y llegó al hotel Ritz casi con el tiempo justo para recoger el premio. Allí contó que la novela ganadora, Cruzar el Danubio, tiene como personaje principal a, un periodista que viaja por todo el mundo y que reflexiona en tono crítico sobre anécdotas vividas en los últimos 30 años. La pregunta obvia, visto el ritmo incesante de Carrión, es si la novela es autobiográfica. "Es más autogeográfica que autobiográfica", respon...

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Ignacio Carrión se hallaba en Suecia realizando un reportaje para El País Semanal cuando supo que su nombre sonaba para el Nadal. Se apresuró a viajar a Barcelona y llegó al hotel Ritz casi con el tiempo justo para recoger el premio. Allí contó que la novela ganadora, Cruzar el Danubio, tiene como personaje principal a, un periodista que viaja por todo el mundo y que reflexiona en tono crítico sobre anécdotas vividas en los últimos 30 años. La pregunta obvia, visto el ritmo incesante de Carrión, es si la novela es autobiográfica. "Es más autogeográfica que autobiográfica", responde. "He aprovechado escenarios que conozco para situar la acción".Pregunta. Ha declarado que la novela no tiene más que una sola coma. ¿Qué tiene contra las comas?

Respuesta. Lo de las comas me ha venido impuesto por el ritmo de la narración. Mi estética es la de seguir el camino más corto y por eso me gustan las frases cortas. Cuando llevaba escritas unas cincuenta páginas de Cruzar el Danubio me di cuenta que no había puesto ni una coma y continué así. Quizás se debe, en primer lugar, a que el personaje principal dicta sus impresiones a un magnetófono en la habitación de un hotel de Viena y la ausencia de comas encaja con el artificio literario. En segundo lugar, estoy muy saturado de los textos en los que las comas parecen predominar sobre las palabras. Los políticos, empezando por el presidente del Gobierno, nos están acostumbrando a hablar con un vacío conceptual, lleno de pausas y comas, y han llegado a contaminar el lenguaje periodístico, que se ha vuelto oscuro, largo y pedante.

P. ¿No es mucha responsabilidad elegir dónde poner esa única coma?

R. Lo hago para que el lector y los críticos sepan que conozco las comas, ya que no soy un devorador de comas. He ejercido en cierto modo una terapia personal. No pongo en duda la calidad del contenido del periodismo español actual, pero hay un hipercomismo. El personaje principal de mi novela dice que las comas son como pedruscos, como obstáculos para el lector. Bastante escasos andamos de lectores en España como para encima ponerle pedruscos.

P. Cruzar el Danubio parece un libro sumamente crítico.

R. Es mi intención que así sea. El personaje principal, Juan, es un poco obsesivo y desde su perspectiva de periodista se cree autorizado para ser irrespetuoso y subversivo con el concepto de la vida. En cierta ocasión concluye que el director y el chófer son sujetos intercambiables. Depende de la puerta por la que han entrado. El libro está hecho de exageraciones. Es hiperbólico total. En un primer nivel es muy crítico con el mundo periodístico. Por ejemplo, el único premio que le dan a Juan es por una entrevista que no llegó a hacer. Y se lo dan en el salón del Alzamiento del periódico, en presencia de los ministros de Información y del Movimiento... En un segundo plano, sin embargo, se ve que Juan es un personaje complejo, angustiado por la enfermedad, por la muerte, por la vida como anticipación de la muerte. Cree que todo es un fraude.

P. ¿Es una novela escéptica, propia del fin de siglo?

R. Es una novela que resume el agnosticismo total del personaje; un hombre que no cree en nada, ni en la función de la prensa ni en nada. Al final, cree en el amor, pero tampoco está muy seguro. Quizás crea en el suicidio.

P. El personaje principal dicta sus reflexiones desde un hotel de Viena. ¿Por qué Viena?

R. En parte por razones personales. Me casé allí hace un año, en la Embajada española. Fue muy bonito. Un juez llamado Polanco nos recitó poemas de Lope de Vega y de Quevedo... Viena es una ciudad que me gusta y que me disgusta. Es el centro de una Europa pedante e hipócrita, pero tiene unos cafés encantadores y han vivido allí grandes escritores.

P. El humor juega un papel. importante. ¿No es así?

R. El libro es muy cómico, sin duda. Siempre está oscilando entre la risa y la sonrisa. Tengo mucho sentido del humor.

P. Usted ha escrito anteriormente un libro de relatos, Klaus ha vuelto, y una novela, El milagro. ¿Qué influencias literarias reconoce?

R. Me gusta leer los clásicos para curarme de las modas. También me gustan los autores alemanes, ingleses, americanos. Lo que me interesa es la expresión, no la temática. Creo que temas sobran en la vida. Hace treinta años que voy tomando notas en mis viajes y creo que para digerir mi vida la tengo que pasar por la batidora de las palabras.

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